jueves, 30 de agosto de 2012

LA DIMENSIÓN DE LO QUE POSEEMOS

I Reyes 17: 8 -16

¨Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo: Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente.  Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba.  Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano.  Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir. Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo.  Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.  Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías¨ ( I Reyes 17: 8-16).
 
La nación de Israel se vio sometida bajo el rigor de Dios por causa de la idolatría. Una gran sequía había sido profetizada por Elías. El se había refugiado junto al arroyo de Querit, afluente del Jordán, mientras era sustentado milagrosamente por unos cuervos, pero el riachuelo se secó por falta de lluvia, y entonces recibió instrucciones de Dios de ir a Sidón, a un pueblito llamado Sarepta.

En ese paraje había una mujer viuda en circunstancias de espantosa pobreza, que sólo esperaba la muerte junto a su hijo. Lo único que ella tenía era "un puñado de harina y un poco de aceite" que sólo alcanzaba para matar el hambre del día y luego esperar que la calamitosa situación empeorase y que llegara lentamente el desenlace fatal. Pero llegó su salvador, y las cosas comenzaron a cambiar para ella. Elías, el varón de Dios, trajo esperanza al corazón atribulado de aquella madre.
 
Dios puede ampliar los horizontes en medio de nuestras crisis usando solamente lo que tenemos. En el mundo de hoy reina un ambiente de incertidumbre en el orden político, económico y social. Nosotros sabemos que esas manifestaciones y acciones de maldad, amenazas de guerras, terrorismo, desequilibrio económico, inequidad exorbitante en la distribución de las riquezas, violencia intrafamiliar y muchas otras calamidades, son el resultado de un problema espiritual.

Esta desgracia no es ajena a los hijos de Dios, puesto que somos parte del planeta. Aunque no somos de este mundo, vivimos aquí., pero podemos tener confianza en los portentos del Señor. Podemos ver grandes cosas ocurriendo en nuestras vidas, si nos aferramos a él con fe. Más que esperar estoicamente la muerte, podemos esperar mejores cosas para nosotros.
 
¿Qué es lo que nos da esa confianza? Para saberlo nos fijaremos en lo que le pasó a la viuda de Sarepta.
 
1.- Primero Consideremos Lo Que Tenemos.
 
¿Qué tenía la viuda? "Un puñado de harina y un poco de aceite". En el lenguaje de esta mujer aquello era una "miseria". ¿Qué podía hacer con lo que tenía? Sólo una miserable torta. Y aquella comida sería la última para ella y para su hijo según sus propias palabras. Lo que vendría después sería: ¨y nos dejemos morir¨ (I Reyes 17:12). La verdad es que hay que estar en el pellejo de esta angustiada señora para poder juzgarla con justicia. Sin embargo ella no manifestó una actitud ajena al promedio de los seres humanos que se ven en esas circunstancias.

Un punto a favor de esta mujer es que nuestro Señor Jesucristo resaltó en Lucas 4: 25, 26 el valor y la importancia de ella en contraposición con las viudas del Israel de aquel entonces: ¨Pero en verdad os digo que había muchas viudas en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón¨. Por eso dice el apóstol Pablo: "y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia" (I Corintios 1: 28, 29). El Señor se maravilló muchas veces por las manifestaciones de fe en aquellos que no eran israelitas, recordemos el caso de la mujer cananea (Lea el relato en Mateo 15: 21-28).

Pero en sentido general, la verdad es que casi siempre que pasamos por situaciones parecidas adoptamos la misma posición. Es aquí donde pensamos que todos los caminos se han cerrado para nosotros, y hasta podemos llegar a dudar de Dios y tomar decisiones fatales. Estamos tan acostumbrados a depender de las cosas externas, que nos olvidamos que "no sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios" Lucas 4:4).

¿Cuán conscientes somos de lo que tenemos? La viuda de Sarepta pensaba que era poco o casi nada lo que tenía, pero la realidad es que no era así. ¿Qué tienes tú? A lo mejor tienes grandes posibilidades dentro de ti que no sabes. Lo cierto es que nos subestimamos con frecuencia. Es necesario que recordemos que somos hechura de Dios, y "Dios no hace porquerías". Yo creo que es tiempo de que comiences a hacer un inventario de lo que posees en realidad.

Te estoy invitando a revalorizar las potencialidades que te son inherentes, pero no a la luz de alguna filosofía oriental de las que tanto abundan hoy, y a las que muchos se aferran creyendo que han encontrado la panacea que resolverá todos sus problemas. ¡No! Sino a la luz del pensamiento evangélico. Tú debes ser consciente de que se nos ha asignado tanto valor, que Dios fue capaz de dar a su unigénito Hijo para rescatarte de la esclavitud, del secuestro al que estabas sometido por causa del pecado. Sí mi hermano, sí mi amigo, Jesucristo te ha evaluado con gran precio, de tal manera que dio su vida por ti para salvarte, para colocarte en la posición de hijo de Dios; y un hijo de Dios es poseedor de las más grandes posibilidades. Así que yo te invito a considerar seriamente el hecho de entregarle tu vida al que lo dio todo por ti.

Muchas veces limitamos a Dios al marco de lo que nosotros poseemos. Es más, lo que tenemos con frecuencia puede llegar a sustituir a Dios, o a la esperanza que debemos cifrar en él, y esta es una forma sutil de idolatría. Si es mucho lo que tenemos, eso se puede convertir en un enemigo mortal que nos aleje de Dios, pensando con gran arrogancia, que no lo necesitamos para nada. Pero si nos encontramos como la viuda, con una gran precariedad y pobreza, podemos llenarnos de autocompasión y sentirnos los seres más desdichados de la tierra, sumirnos en una depresión profunda y sucumbir abrumados por la autoconmiseración, echándole la culpa a Dios de toda nuestra desdicha.

Podemos hacer como pensaba hacer la viuda antes de su encuentro con Dios, sentarnos a esperar la muerte, llorar y lamentarnos, si nuestra esperanza está puesta en las cosas que tenemos. Cuando nuestra vida fija sus horizontes en las limitaciones humanas, no importa cuán abundantes o desprovistas de fortuna sean, no seremos capaces de ver más allá de lo que alcanzan nuestros ojos, estaremos desprovistos de sueños. Nuestra mirada se detendrá ante las murallas. Podemos desesperarnos y doblegarnos ante su imponencia como algo imposible de franquear, o podemos engañarnos sintiéndonos seguros dentro de ellas, para descubrir al final que somos prisioneros, perdidos en el valle de la muerte sin posibilidades de encontrar la salida.

Esto explica porqué gente rica y gente pobre caminan por sendas aparentemente paralelas, ajenos unos y otros a la vida de Dios, para darse cuenta en el último trecho de sus días que ambos marchaban por el mismo camino extraviado, aferrados a su mundo material. Nadie podrá evitar que se encuentren tarde o temprano en aquel sendero con el jinete de la muerte, y sean llevados a donde se piensa equivocadamente que termina todo orgullo y desaparecen las penas.

La verdad es, que la eternidad analizada a la luz del evangelio tiene rostros muy distintos a los que el hombre impío está acostumbrado a percibir en su mundo de tradiciones y creencias. La historia del rico y Lázaro narrada por Jesús en Lucas 16: 19-31, ilustra esta verdad de un modo interesante: El hombre rico, que en vida superaba monumentalmente a la condición de la viuda, después de su muerte continuaba con su manía de querer arreglarlo todo con sus dichosas influencias, pero estas no funcionaron en el mundo de lo espiritual, y sus incontables posesiones no lo pudieron salvar. De nada le sirvió lo que tenía en vida porque en su muerte no tenía nada.

Lázaro, por otro lado, que en vida tenía una posición material mucho más calamitosa que la de la viuda, pero conservando su fe, no tiene necesidad ahora ni de abrir su boca para recibir los favores sin cuento que le prodiga su Padre celestial. Recibe ahora la fortuna que acumuló en los cielos como resultado de su fe. ¿Cuánto es el valor de tus tesoros celestiales? ¿Tienes algo guardado en el banco de Dios?

Dios nos ha dotado de maravillosos talentos como para que sucumbamos sin luchar. Dios nos ha dado su Espíritu Santo, "que es las arras", la garantía "de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida" (Efesios 1:14). Con el poder de Dios podemos vencer el espíritu derrotista que se pasea por el mundo de hoy. No permitas que te invada la desesperanza pensando que se acaban tus fuerzas. Que tu ánimo y tu valor no dependan de ti, ni de tu yo positivo, porque eso se torna insuficiente en la guerra contra el enemigo. Di como el salmista: "El Señor es la porción de mi herencia y de mi copa; Tú sustentas mi suerte. Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado" (Salmos 16:5,6).
 
2.- Ahora Veamos Lo Que Dios Puede Hacer Con Lo Que Tenemos.
 
¿Qué podía hacer la viuda con lo que tenía? Sólo una torta para ella y su hijo. Esta sería su última comida. Es cierto que sus posibilidades eran demasiado limitadas. Pero ese es el punto de vista humano. ¿Qué tan real es lo que pensamos respecto de las cosas que poseemos? ¿Por qué opinamos de una o de otra manera? Hay ciertas influencias en nuestras vidas que nos empujan a pensar y actuar de una forma o de otra. Al observar un vaso de agua por la mitad, unos opinarán que está casi vacío, pero otros pueden decir que está casi lleno. No todas las personas tienen el mismo criterio para considerar los hechos. Hay gente que tiene una especial capacidad de darle una nueva dimensión a las circunstancias. Los hijos de Dios deben ser de esa clase de gentes.
 
Hasta que Elías apareció en la vida de aquella mujer pagana, su vida marchaba hacia un callejón sin salida. Estos benditos encuentros con mujeres en las Sagradas Escrituras son una luz de esperanza en la situación que hoy viven muchas madres, esposas e hijas abusadas en nuestra pobre América y en particular en nuestro sangrante país. La llegada del profeta de Dios transformó el panorama para la viuda de Sarepta. Los siervos de Dios debemos ser portadores de esperanza para un mundo herido y mutilado.

Cuando el Señor toma en sus manos lo que tenemos, ocurren asombrosas transformaciones. Veamos una muestra a menera de ilustración: Moisés tenía una vara. Un simple palo que llevaba en su mano. ¿Qué podía hacer con él? En su oficio de pastor le servía de cayado para guiar el rebaño. También podía proteger a los indefensos animales de las fieras salvajes y de los cuatreros. Todo el uso de este pedazo de astilla en las manos del simple Moisés se circunscribe a un uso cotidiano, vulgar y rutinario. Pero pongamos esa misma vara en las manos de Dios y entonces tendremos otras historias. Ahora vemos a Moisés convirtiendo esa vara en una temible serpiente que destruye los trucos de los magos de Egipto, ante los ojos atónitos del Faraón; vemos a Moisés dirigiendo una nación hacia la libertad después de cuatrocientos años de esclavitud. Pero mucho más asombroso aún, vemos a un Moisés boquiabierto abriendo un camino entre las aguas embravecidas del mar rojo, para que toda la multitud de los hijos de Israel fuera librada de sus perseguidores. Muchas otras hazañas pudieran ser contadas de lo que Dios hizo con el aparentemente insignificante recurso de Moisés. ¿Cuánto crees que Dios puede hacer con lo que tú tienes ahora mismo? Quizá tú puedes hacer muy poco o nada con ello, pero eso no es lo mismo con respecto a Dios. Entonces ha llegado la hora de poner lo que tenemos en las manos de Dios y descubrir sus ilimitadas potencialidades.

Te invito a ver este otro ejemplo: David tenía una honda. Con ella podía lanzar piedras a gran velocidad con una puntería envidiable. Así podía defender a sus ovejas de los lobos y de las demás fieras salvajes. Pero cuando David consagró lo que tenía al servicio del Señor, él fue capaz de derribar al gigante Goliat que desafiaba impíamente al ejército de Israel, que era lo mismo que desafiar a Dios. Un gran esfuerzo de un pequeño hombre, que puso sus probabilidades en las manos de Dios, pudo realizar una proeza heroica que todo un ejército no pudo llevar a cabo.

Cuando la viuda de Sarepta hizo como le había dicho Elías, acto por el cual demostró su inquebrantable fe, la Biblia nos refiere hechos de inigualable maravilla: "Entonces ella fue he hizo como le dijo Elías; y comió él, el niño, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías" (I Reyes 17: 15,16). Dios puede hacer que lo que tenemos sea suficiente y superabundante. Recordemos la Multiplicación de los panes y los peces, milagro obrado por nuestro Señor Jesucristo, Dios humanado, el mismo que hizo el universo y lo puso a funcionar basado en leyes y principios. Podemos confiar, porque él tiene dominio de las cosas, ¨él tiene el mundo en sus manos¨. Ni la casualidad, ni lo fortuito, ni lo fatalista tienen cabida en su ámbito. El siempre obra conforme a propósitos eternos que rigen su perfecta voluntad.

Una magnífica lección que aprendemos en el desprendimiento mostrado por la viuda de Sarepta es que debemos estar dispuestos a compartir lo que tenemos, porque Dios puede dirigirnos hacia extraordinarias victorias que llenarán de regocijo nuestros corazones. Sabe Dios de cuántas experiencias gratificantes y revitalizadoras nos hemos perdido en toda nuestra vida por causa de nuestro egoísmo y avaricia. Dios paga bien siempre nuestros favores. Recordemos las palabras del Señor respecto de los más pequeñitos de Mateo 25; pero también, y mucho más explícitamente, cuando dice en Mateo 10:41,42: "El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá. Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa". Fue extraordinaria la recompensa de aquella mujer que ahora había pasado a formar parte de la lista de los santos. Definitivamente tengo que concluir que los que confían en el Señor están por encima de las miserias humanas.
 
3.- Finalmente, Concentrémonos En Lo Que Tenemos en Verdad.
 
Ya te has dado cuenta de la magnitud de las cosas. Te has fijado cómo pueden ser transformadas tus posibilidades. Pero quiero que veas qué tan grandes son nuestras posesiones.

Generalmente pensamos en una dimensión temporal, terrenal, limitada. Esa es nuestra percepción natural producto de nuestra lógica mundana. Vivimos atrapados en un mundo de "cordura" donde los que son capaces de tener grandes sueños, grandes ideas, son considerados ilusos y locos. Pero tengo que decirte algo muy importante: ¿De dónde nos vienen los sueños? Si somos hechos a imagen y semejanza de Dios, nuestra capacidad de ver más allá del horizonte, de imaginarnos éxitos y logros, grandes proezas, nos viene de la voz intrínseca de Dios que nos grita desde lo más profundo de nuestro ser. Nuestro Dios es el gran soñador.

Ninguna persona puede lograr nada extraordinario a menos que lo haga parte de sus sueños. Me he imaginado muchas veces el Estudio de Dios. Allí está ese gran personaje con sus innumerables instrumentos, el Arquitecto del universo en su colosal taller diseñando galaxias e inventando mundos. ¡Si pudiéramos penetrar y ver los bocetos de Su Majestad, los croquis de sus proyectos! Pero lo más grande y maravilloso es que Dios, el Artista Supremo, es también su propio contratista, el que se proporciona los valiosos recursos para llevar a cabo sus magníficas obras. No tiene que depender de nadie para materializar sus ideas.

En su perfecta voluntad, él sabe qué conviene hacer, cuándo y cómo. No hay desperdicios en la mente de Dios, ni realizaciones innecesarias. El sabe cómo aprovechar los espacios y llenarlo todo de armonía y belleza. El mundo en que vivimos, nuestro ámbito planetario, nos sirve como botón de nuestra para extasiarnos ante la grandeza de nuestro Dios. Estoy hablando de nuestro Padre Celestial, el mismo del cual usted y yo somos sus hijos, por los méritos sacrosantos de su amado Hijo Jesucristo. Entonces, los hijos de Dio, tenemos derecho de soñar, de esperar grandes cosas. Sí, porque sus promesas a favor de nosotros nos hablan de lo que él está dispuesto a hacer en nuestro favor.
 
Nosotros, unidos a él, sintonizados con su voluntad, seremos capaces de llevar a cabo grandes cosas. Ya hemos visto ejemplos de lo que los grandes héroes de la fe fueron capaces de hacer por la confianza puesta en aquel que los hizo ver que todo lo que hacemos por él y para él, tarde o temprano, rinde sus frutos verdaderos. Eso es lo que nos debe impulsar a emprender nuestra labor con fe y decisión.

Lo que tenemos, no es lo que está en nuestras manos, lo que tenemos son cosas maravillosas que están en las manos de Dios. Como Padre amoroso y proveedor, él las tiene reservadas para dárnoslas en el momento más oportuno. Pero necesitamos ejercitar nuestra fe y extendernos en el camino hacia adelante, con la certeza de que él nos va guiando. Su Espíritu Santo va con nosotros dondequiera que vamos porque él, nuestro Señor Jesucristo, ha prometido estar con nosotros "todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:20). Para que eso se haga realidad en la vida tuya, tú tienes que entregarle tu vida a Jesucristo, confesarle tus pecados y creer en él de todo corazón, sólo así podrás estar por encima de tus circunstancias.

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