martes, 10 de febrero de 2009

LA CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA

Josué 1:1-9

El libro de Josué es un libro de guerra, de conquista. Muchos de sus relatos abruman por lo sanguinarios y crudos. Este libro nos narra la manera como el pueblo de Israel llevó a cabo la conquista de la tierra prometida.

Dios les había dicho que ¨ todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro; desde el desierto hasta el Líbano, desde el río Eufrates hasta el mar occidental será vuestro territorio ¨ (Deuteronomio 11:24-25). En este pasaje se entiende al mismo tiempo que Dios les había señalado límites del territorio que debían conquistar. Ellos como pueblo político no necesitaban dominar el mundo, sino sólo el territorio señalado por el Señor al través de Moisés con sus límites preestablecidos. Aunque ellos estaban destinados para ser la luz de las naciones, la conquista del mundo estaría en las manos del Mesías Jesucristo que nacería de entre los judíos.

La conquista del territorio palestino se realizó al mando de Josué a quien Dios había señalado como sucesor de Moisés, que ya había muerto. Dios obró al través de Josué de manera similar a como lo había hecho con Moisés, y de esta manera estaba indicando su respaldo a la obra iniciada por el nuevo caudillo que sería Josué. El pueblo de Israel se daba cuenta de la manera como Dios estaba con Josué, tal y como Dios le había asegurado que estaría con él como estuvo con Moisés.

Lo mismo ocurre en el libro de los Hechos en el Nuevo Testamento, cómo el Señor muestra su poder al través de los apóstoles, haciendo que ellos realicen los mismos milagros que realizó Jesús, como una forma de mostrar que el mismo poder que estaba con él, es el mismo que opera al través de estos hombres que tenían la tarea de sentar los cimientos de la iglesia, los fundamentos del evangelio.

Bajo el mando de Josué el pueblo de Israel cruzó el Jordán en seco, así como Dios había abierto un camino al través del Mar Rojo para que el pueblo cruzara hacia la libertad. Otra manera como Dios evidencia su apoyo a Josué es por medio de su intervención directa en la guerra, al enviar grandes piedras desde el cielo para destruir a los enemigos en el enfrentamiento con los amorreos (Josué 10:11).

Un hecho insólito se narra aquí, y es que el sol y la luna se pararon casi un día entero, y este es un milagro único en la historia que ocurrió en la vida de Josué. Respecto de esto dice la Biblia: ¨ Nunca hubo un día semejante, ni antes ni después de aquel día, cuando Jehová escuchó la voz de un hombre; porque Jehová combatía por Israel¨ (Josué 10:14).

De gran notoriedad es el momento en el que Dios se presenta a Josué en la figura de un ángel, con una espada desenvainada, para confirmarle su apoyo en la conquista de la tierra prometida. Creemos que este ángel tiene que ser un anticipo de la encarnación de Jesucristo, pues Josué le adoró, y la figura angelical aceptó la adoración, lo cual demuestra que era Dios, pues es sólo a Dios a quien se debe adorar. Recordemos en el libro de Apocalipsis, cuando Juan intenta adorar al ángel que le muestra los misterios de las revelaciones que el ángel le dice que es consiervo suyo y que adore a Dios (Apocalipsis 22:9).

Así que Josué fue protagonista de grandes hechos sobrenaturales realizados por Dios para mostrar su definitiva presencia en la conquista, para que el pueblo entendiera sin lugar a dudas que el éxito de su empresa dependía sólo de Dios.

Es lo mismo con nosotros hoy, si queremos que Dios respalde nuestra empresa, debemos reconocer que ¨Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad¨ (Filipenses 2:13).

Otros hechos significativos ocurrieron, como el acontecimiento de las doce piedras de testimonio que los israelitas debían tomar de los pies de los sacerdotes que llevaban el arca en el cruce del Jordán hacia la conquista de Jericó, y que debían formar con ellas un altar como testimonio para sus hijos de la forma como Dios los había pasado por el Jordán en seco hacia la tierra prometida.

La forma tan peculiar como Dios les dio instrucciones para rodear la ciudad de Jericó con el toque de las trompetas y las vueltas a la ciudad, y la forma milagrosa como el muro de la ciudad se vino abajo para que ellos entraran a la ciudad para tomarla, es un hecho digno de ser mencionado y recordado.

También el episodio extraordinario de lo ocurrido a los espías que entraron en la ciudad y fueron ayudados por la ramera Rahab, un acto de la misericordia de Dios. Esto demuestra que en medio de un mundo malo y pecador, Dios aún encontrará corazones dispuestos a hacer su voluntad y a mostrar reverencia al Dios verdadero. Esta mujer por su protección a los espías salvó a su familia y se llegó a convertir, no sólo en parte del pueblo de Israel, sino en una ascendiente directa del Mesías (Mateo 1:5). Esta era una manera de mostrar Dios una vez más, que él estaba interesado en la salvación del mundo y no sólo en la salvación de Israel.

Canaán era la tierra que Dios había dado a Abraham, un hombre del mundo pagano como lo era Rahab, al que Dios le había tenido misericordia muchos siglos atrás (Génesis 12:1). A Abraham Dios le había asegurado que habría de dar a su descendencia la tierra prometida, y Dios estaba cumpliendo su palabra (Génesis 12:7).

Una cosa cierta es que con todos estos acontecimientos Dios estaba preparando el camino del Mesías. El Mesías es la razón de ser de todas estas historias y hechos maravillosos, terribles y extraordinarios.

Veamos tres aspectos de la conquista de la tierra prometida:

I. La Conquista de la Tierra Prometida Está Garantizada.

Dios así lo ha dicho, que saldrán vencedores. Que no teman, que sean valientes. Cuando Dios comisionó a Josué le dijo repetidas veces: ¨Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas ¨ (Josué1:7). Aquí de plano queda claro que la condición para la conquista exitosa era ser obediente. La presencia de Dios se mostraba de forma evidente en la vida de Josué porque él era obediente: Tal y como estuvo con Moisés, así estuvo con Josué.

El episodio que cuenta la intervención del Jefe del Ejército de Jehová es una confirmación enviada desde el mismo cielo a Josué del respaldo divino para su terrible empresa. Estas fueron las palabras del ángel en Josué 5:14: ¨Yo soy el Jefe del Ejército de Jehová, que he venido ahora¨. Como hemos dicho, esta pudiera ser considerada como una anticipación de la encarnación de Dios en la persona de Jesucristo. En esta persona misteriosa que se apareció a Josué con su espada desenvainada (Josué 5:13-15) vemos que se repite la experiencia que tuvo Moisés con la zarza donde Dios le dijo que quitara las sandalias de sus pies porque el lugar que pisaba es tierra santa.

Todos estos portentos tenían la finalidad de revelar a los israelitas que entrarían a la tierra prometida no por su propia fuerza sino por el brazo fuerte de Jehová tal como fueron libertados del yugo egipcio (Exodo 13:3-5).

En su primera conquista de los enemigos en Jericó Dios les mostró cuál sería el patrón que regiría en la conquista de toda la tierra prometida. Cuando uno del pueblo tomó del botín del enemigo en la conquista de Jericó, Dios demostró cuáles debían ser las reglas de juego que regirían su relación con su pueblo. Acán, el protagonista de esta triste historia del botín del anatema, pagó muy caro su acto de desobediencia: él y toda su familia fueron apedreados y luego quemados. La severidad de este acto era necesaria porque implicaba el éxito o fracaso de la conquista. Podemos compararlo con el acto cuando Ananías y Safira fueron castigados por Dios con la muerte de ambos, hecho que ocurrió en la vida de la iglesia primitiva. Recordemos que su pecado consistió en que ellos habían mentido al Espíritu Santo. Estos dos episodios paralelos demuestran que el Dios del Nuevo Testamento es el mismo del Antiguo Testamento, y que siempre actúa bajo las mismas reglas de severidad frente al pecado.

En esta grandiosa tarea encomendada por Dios a Josué, Dios le había otorgado, aunque fuese por un poco de tiempo, dominio sobre los elementos de la naturaleza, dominio sobre el sol, dominio sobre la luna, dominio sobre el día y sobre la noche. Y esto no es relato mitológico, es el accionar del Dios verdadero al través de un hombre común que está haciendo cosas fuera de lo común. Claro que lo que Josué hizo no lo hizo él, sino Dios al través de él. Las cosas extraordinarias de la Biblia son una muestra de la existencia de Dios. La Biblia no nos habla de los hechos de los hombres para exaltar a los hombres, sino de los hechos de los hombres que honran a Dios y de los hechos de Dios que muestran a los hombres su grandeza y magnificencia, y lo que él está dispuesto a hacer por los que le obedecen y creen en él.

Es verdad que los hechos narrados en el libro de Josué parecen salidos de una novela de ficción, pero si los comparamos con las más fantásticas novelas de ficción que los hombres han escrito, estas historias contadas aquí superan a la ficción misma, porque son hechos incomparables que corresponden a la realidad.

II. La Conquista de la Tierra Prometida Debe Ser Lograda.

A pesar de que Dios es el motivo y razón de ser de estos acontecimientos, el éxito de la conquista de la tierra prometida depende mucho del esfuerzo y avance confiado del pueblo de Israel; de su valor, de su fe y de su determinación para obedecer y creer a lo que Dios ha dicho.

Esta no era una tarea que debía ser pospuesta o transferida a otros. Era a ellos a los que les tocaba conquistar la tierra, y a nadie más. Ellos eran los herederos de esa posesión; Dios, el dueño del mundo les había dado esa tierra a ellos.

Los tratos de Dios con nosotros siguen estando en iguales circunstancias. El Señor Jesucristo ha encomendado a su iglesia la tarea de conquistar el mundo. Es a nosotros a quienes él ha dado esa tarea, no es a los ángeles para que ellos bajen del cielo a realizarla, sino a nosotros, a los creyentes que estamos en este mundo ahora, en esta época y en este lugar. Para la conquista del mundo para Cristo se nos ha dado toda autoridad como se le dio a Josué y al pueblo de Israel (Mateo 28:.16-20).

Precisamente por el hecho mismo de que los israelitas iban con el poder de Dios, ellos debían avanzar hacia la conquista sin temor, y este sentido la conquista dependía bastante de ellos. Dios estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que los israelitas obedientes a él lograran el propósito de conquistar la tierra. No sería fácil despojar a aquellas culturas paganas de aquel territorio. Los israelitas no podían llegar a aquellas gentes y decirles: Dios nos ha dado esta tierra, por favor tengan la bondad de estarse tranquilos y no resistirse. No, así no fue como ocurrió, y así no ha ocurrido nunca en las grandes conquistas del hombre por el hombre, sino que se ha tenido que derramar sangre.

Y aunque esta no es una guerra convencional, puesto que aquí actúa de forma directa la mano de Dios, y aquí Dios tiene un interés particular, los acontecimientos en términos de estrategia militar, en materia de conquista son similares a las que se ven en otras batallas famosas de la historia. El hombre en su lucha guerrerista ensaya y ensayará para la guerra hasta que aparezca el Príncipe de paz, y cuando este período de gobierno humano termine, Isaías nos dice que: ¨Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra¨ (Isaías 2:3,4). El versículo 4 sirvió de inspiración al escultor ruso Evgeniy Vuchetich para hacer una escultura que la Federación de Rusia regaló a las Naciones Unidas y que se encuentra colocada en los jardines del lado norte de la sede de las Naciones Unidas en New York. Pero mientras esa profecía no se cumpla, todavía veremos el mundo envuelto ¨en guerras y rumores de guerras¨ ( Mateo 24:6), como dijo el Señor.

En términos éticos, todo cristiano debe orar a Dios por la paz, y no debe estar de acuerdo con la violencia ni los abusos, pero las guerras son una realidad de este mundo, y muchas veces hasta muchos cristianos se verán, sin desearlo, envueltos en conflictos bélicos nacionales o internacionales por causa de vivir en este planeta. Estamos aquí, y como parte de este mundo nos tendremos que enfrentar a situaciones que no son muy agradables, pero que requerirán en un momento dado de nuestra decisión de dejar de ser como nación o de dar la cara en un escenario que no es el más deseable.

La orden dada por Dios a los Israelitas de exterminar a muchos pueblos en la conquista de la tierra prometida, puede que traiga cierta angustia al corazón de muchos que piensan que Dios no debió hacer eso porque no cuadra con su carácter de amor y perdón, pero recuerde que Dios sabe lo que hace, y que es imposible que nosotros, simples mortales podamos cuestionarle, es como que la vasija diga al que la hizo ¿porqué me has hecho así? En Romanos 9:20-21 el apóstol Pablo dice: “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formo: Por que me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra? ¨ No confundamos los actos soberanos de Dios con el despotismo de los políticos nuestros que actúan sin miramientos.

En el libro de Job, podemos ver estos actos que nos parecen incomprensibles con relación a Dios, y cómo Dios responde a los cuestionamientos de Job en su desesperación. Pero una cosa sí es cierta: la razón por la cual Dios tomó la decisión de exterminar a aquellas naciones es la misma por la que decidió el Diluvio Universal y la destrucción de Sodoma y Gomorra, por la maldad del corazón de ellos, porque vivían en flagrante delito frente a Dios.

Pero miremos también que esto que ocurrió a estas naciones a las que Israel había echado de Palestina, es lo mismo que ocurrirá a los propios israelitas si ellos se apartan de los preceptos del Señor. Y como demostración de esta verdad vemos en la misma Biblia el cumplimiento de esta verdad y también lo hemos visto en la historia y lo vemos hoy en las noticias, como Israel aún tiene que lidiar con las naciones dentro de su territorio que en su momento no tuvieron el coraje de enfrentar, y que por vanidad humana y por desobediencia a Dios se congraciaron con ellos para su propio perjuicio.


III. La Conquista de la Tierra Prometida Debe Ser Mantenida.

El pueblo de Israel conquistó la tierra prometida para quedarse allí. No fue para que luego perdieran esa tierra que Dios se la había de dar. Era el deber de ellos mantener la posesión de la tierra adquirida. Debían echar raíces allí como un pueblo firme y seguro, porque ellos serían un punto tan sensible que cualquiera que intente hacerles daño a ellos, es como si se hiciera daño a la niña de su propio ojo: ¨ Porque así ha dicho Jehová de los Ejércitos, después que la Gloria me enviara a las naciones que os despojaron (porque el que os toca, toca la niña de su ojo¨ (Zacarías 2:8). O sea que, lo mejor es no meterse con esa gente si uno pretende estar tranquilo en esta vida. Además es claro en la Biblia que Israel es apreciado por Dios como la niña de su ojo, según nos dice Deuteronomio 32:10 y Salmos 17:8.

Esta nación estaría en medio de un mundo belicoso y en constante ebullición guerrerista que procuraría su destrucción. Este es el pueblo de Dios.

Si hay una nación en al tierra que tiene su soberanía asegurada es Israel, una soberanía que le ha sido otorgada por la gracia del Todopoderoso. Ninguna otra nación en la tierra goza de las expectativas de que disfruta la nación de Israel aun cuando ellos mismos como nación no sean conscientes de esto muchas veces. Y ha sido precisamente la vanidosa creencia de que son el único pueblo elegido que les ha hecho perder su verdadera perspectiva de los designios divinos.

Israel ha sido al través del tiempo una demostración de la autenticidad de la Palabra de Dios y una prueba irrefutable de la existencia de Dios. La permanencia de los israelitas en su territorio de palestina, hecho determinado por Dios, es una de las cosas que nos corrobora la veracidad de los relatos bíblicos encontrados en el Antiguo Testamento.

Estos hechos tan sobrenaturales narrados en el libro de Josué, obrados por una nación en el escenario del mundo común, han escandalizado a más de un mortal, y hasta han llegado algunos a culpar a Dios de genocidio. No hace mucho un senador de los Estados Unidos acusó formalmente a Dios de ¨nefastas catástrofes en el mundo, que han provocado muerte y destrucción sin misericordia¨. No faltarán quienes traten de desacreditar los relatos bíblicos tildándolos de falsas historias, mismas que han sido y son cada día corroboradas por la arqueología con una exactitud pasmosa.

Jesús dijo: ¨El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán¨ ( Mateo 24:35). El intento de borrar del mapa a Israel por parte de muchas comunidades y gobiernos del medio oriente, deseos que abiertamente proclaman, es una demostración de la trascendencia política y religiosa de esta nación que ha sido colocada por el mismo Dios en el centro mismo del mundo.

En medio de un barril de pólvora, Israel estará siempre en la fértil media luna, en medio de encarnizados enemigos, como una demostración de la providencia divina. Israel es un punto neurálgico, un eslabón de la cadena que une al hombre de la tierra con el Dios del cielo. Lo que ha ocurrido en Israel al través de la historia, lo que ocurre hoy y lo que ocurrirá en el futuro es algo que está escrito en el Libro Sagrado, La Biblia, y que nos afectará a todos querámoslo o no.

Jesús no nació en Israel por casualidad, sino porque tenía que nacer allí, porque ese es el lugar de la tierra donde Dios ha puesto el sello de su presencia. Fue en Palestina donde ocurrieron los acontecimientos que han marcado la historia de este mundo, y será allí donde ocurrirán los hechos culminantes de la historia del hombre. Será allí en la tierra prometida, donde el Señor un día envió su Espíritu Santo, donde posará sus pies como Rey de reyes y Señor de señores, en la demostración de su conquista final y definitiva contra el mal. Cuando eso ocurra, entonces se verá quién es el que pelea por nosotros los creyentes en la guerra espiritual que libramos cada día en este mundo, el mismo que peleaba a favor del ejército de Israel, el único y verdadero Dios.