Si no fuera por mis
convicciones, pensaría que verdaderamente nosotros los seres humanos venimos
del mono. Cuando uno ve a la gente actuar como lo hacen muchos dominicanos, y
en particular, muchos maeños, llenando de
porquería y asquerosidad todo a su paso, de tal manera que en un solo
día y en una sola noche, son capaces de convertir una ciudad bonita en un
vertedero insoportable y hediendo, aparte del desorden infernal que arman
cuando de ¨carnaval¨ se trata, resultaría difícil pensar que eso lo hicieron
gente civilizada y ¨cristiana¨.
En estas carnestolendas,
el ¨rey momo¨ son las autoridades, y lo son no sólo en carnaval, sino todo el
tiempo, cuando no sólo permiten este comportamiento indignante, sino que dan
permiso para que se haga toda clase de inmundicia (aunque al otro día ellos
tengan que recoger toda la suciedad). Eso hacen los miserables progenitores apoyadores,
que luego salen a dar la cara por sus hijos malcriados e indisciplinados, diciéndoles
con esto que tienen un padre que los respalda, no importa lo que sea que hagan.
A veces me asalta la
creencia de que este es un país huérfano, pero no, no es que sea huérfano, es
que los que lo gobiernan son peores que los que son gobernados. Los que nos
gobiernan no respetan ellos mismos la ley, mucho menos la van a hacer cumplir.
Este es un país, en el que para que un funcionario se motive a cumplir
medianamente la ley, un grupo de vecinos tiene que ir a quejarse mil
ochocientas veces, hasta dejar convencido al ¨incumbente¨ (aunque esta palabra
no está en el diccionario creo que significa ¨al que le incumbe¨) de que la
problemática es real.
Aquí la ley dice cosas
maravillosas que en la práctica son soberanamente invisibles e inservibles. Si
una persona que no sea de este país tuviera acceso a todo el legajo de leyes
que norman nuestra conducta ciudadana, pensaría que este es un paraíso, pero se
desengañaría, inmediatamente pisara nuestro suelo. Nuestras leyes prohíben en
el papel los molestosos ruidos de los colmadones y de cualquier tipo, y también
prohíben en la letra la exhibición de bebidas alcohólicas en plena vía pública.
Pero eso no significa nada, eso no quiere decir nada, porque en la práctica, la
norma es que las autoridades dan permiso para que se establezcan negocios indecentes
y molestosos en cualquier lugar que le dé la gana a quien sea.
Antes teníamos las famosas
¨barras¨ (que eran un antro de corrupción), y eso estaba mal; a tal grado, que
fueron erradicadas. Pero ahora los colmadones son peores que las barras, porque
son ¨peores¨ y porque esa ¨cosa fatal¨ está por todas partes, como un monumento
cotidiano a nuestra falta de prudencia, de cordura y de decoro.
Y lo más triste de todo
esto es que los que permiten y propician todo esto se llaman a sí mismos
¨cristianos¨. ¨Cristianos¨ que hacen un culto al diablo, no son más
¨cristianos¨ que lo que se junta en cierta comida con el moro.
A pesar de todo este comportamiento
tan irracional, todavía prefiero seguir creyendo que se puede hacer algo para
superar la afición pecaminosa de querer dar la razón a los evolucionistas. Porque
en definitiva, como somos criaturas de Dios, hechos a su imagen y semejanza,
queda la esperanza de que algún día se llegue a recapacitar, y esta sociedad se
vuelva a Dios.
Leandro
González
Pastor
de la Primera Iglesia Bautista de Mao.