domingo, 8 de marzo de 2009

DE LA MONARQUIA AL CAUTIVERIO

I Reyes 11: 11-13

Los dos libros de los Reyes en el Antiguo Testamento nos presentan la condición de la monarquía en Israel después de la muerte de David. Si los libros de I y II Samuel nos hablan del establecimiento y consolidación de la monarquía, los libros de I y II Reyes nos cuentan de la decadencia progresiva del pueblo de Israel durante la monarquía, producto de la desobediencia y el mal proceder de sus gobernantes. La razón por qué los nombres de estos reyes se encuentran en estas historias bíblicas es por lo que ellos tuvieron que ver con Dios, sea por bien o sea por mal. Recordemos que la Biblia es un libro religioso, que nos habla de la relación de Dios con el hombre, y eso es lo que más interesa al escritor de este libro sagrado.

Si bien en el principio de estos libros vemos el esplendor y gloria del gobierno de Salomón, no menos cierto es que Salomón mismo se apartó de los caminos del Señor en los últimos años de su reinado. Lo que caracteriza a los libros de los Reyes es precisamente la serie de eventos negativos cometidos por los reyes de Israel, incluyendo los propios vicios de Salomón. Aunque se destacan los males cometidos por los reyes del Norte de Israel, también vemos la triste caída del reino de Judá, aunque posterior al reino del Norte.

Quisiera que viéramos por parte como estos acontecimientos tan funestos culminan en la cautividad de la nación completa, como una forma de castigo divino.

I.- Gloria y Decadencia de Salomón.

Los primeros dos capítulos de I Reyes están dedicados a mostrarnos como fueron los últimos días de David, y el traspaso del reino de Israel a su hijo Salomón, traspaso que estuvo salpicado de sangre, pues Salomón tuvo que tomar decisiones drásticas contra algunos contrincantes que le habían puesto en jaque. Es difícil la tarea de gobernar, y mucho más difícil gobernar al pueblo de Israel, un pueblo al que se ha definido como un pueblo rebelde y contradictor (Romanos 10:21). Podemos decir que esta es la misma condición de todos los pueblos de la tierra, y en cualquiera nación, si revisamos su historia, veremos el mismo comportamiento mostrado por el pueblo de Israel.

Así que, nunca ha sido ni será fácil gobernar una nación. Muchas veces los gobernantes, no importando el tipo de gobierno, tienen que hacer cosas que no son las más agradables para salvar a la nación de conflictos que la pueden desestabilizar. Pero creemos que las acciones de los gobernantes deben estar siempre dentro del marco de la ley, pues ellos deben ser un modelo para los gobernados.

Lo más destacado de Salomón es su fama de sabio, cualidad esta que le fue concedida por Dios como un don especial. Salomón pidió expresamente a Dios que le diera sabiduría para gobernar (I Reyes 3:9,10). Muchos gobernantes han tratado demagógicamente de parecerse a Salomón, pidiendo en su toma de gobierno, supuestamente a Dios, que les dé sabiduría para gobernar, pero esto ha sido sólo de labios, pues en sus acciones han demostrado todo lo contrario de la sabiduría.
Es bueno explicar que no es lo mismo ser inteligente que ser sabio. La sabiduría tiene que ver más con el carácter, con la prudencia en todos los sentidos y con mostrar equilibrio y justicia en la forma de actuar. Pero lo que vemos en la mayoría de los gobernantes de la tierra es un interés por manipular a las masas, ofreciendo siempre cosas que no está en su voluntad cumplir, y poniendo en riesgo la nación, al hacer compromisos de aposento con los poderosos para perpetuarse en el poder, todo esto en perjuicio de las mayorías.

De Salomón se puede decir que mientras fue consecuente con el tipo de carácter que Dios aprueba, realizó el gobierno más brillante de Israel, su fama se difundió por el mundo entero, y logró reinar durante un largo período de paz, que trajo prosperidad a la nación de Israel.

A Salomón le tocó el privilegio de construir el gran templo d Jerusalén, llamado Templo de Salomón, tal como Dios lo había prometido a su padre David ( 2 Samuel 7:12-14). Se hicieron todos los aprestos necesarios para este gran proyecto arquitectónico único en la historia. Los mejores constructores, artistas y artesanos fueron contratados para esta obra. Esta magnífica obra fue encargada a Hiram de la tribu de Neftalí, una persona especial del cual la Biblia dice lo siguiente: ¨E Hiran era lleno de sabiduría, inteligencia y ciencia en toda obra de bronce. Este, pues, vino al rey Salomón, he hizo toda su obra¨ (I Reyes 14). Lo cierto es, que no se escatimaron recursos para esta obra. Muchos de estos recursos ya estaban disponibles desde el reinado de David, el cual había hecho provisión y había establecido los diferentes niveles de oficios para los servicios de adoración en el templo, tal como se narra en I Crónicas 21: 28-26.

Dios había dicho a David que por causa de él haber derramado mucha sangre, él no sería la persona indicada para edificarle casa en Israel, pero que su hijo Salomón lo haría ( I Crónicas 22: 7-19). Así que David hizo saber estas instrucciones a Salomón antes de morir, para que se edificara el templo tal como él lo había planeado.

Salomón trasladó el arca de Dios al templo una vez que la obra estuvo concluida, y realizó un gran acto de dedicación. Este acto ha sido muy memorable, y hablaremos de él con detalles cuando estudiemos las Crónicas de los reyes.

Salomón fue muy versado en todas las ciencias, y muy admirado por el mundo entero por su sabiduría y por el esplendor de su reino, tanto que, el propio Señor Jesucristo hace comparaciones con su majestuosidad: ¨ Ni aún Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos¨ (Mateo 6: 29). Cuando los hombres y mujeres somos fieles a Dios, Dios nos exaltará delante de los demás: ¨Y tu padre que ve en lo secreto te recompensará en público (Mateo 6:6). Salomón es el autor de los Proverbios, de Eclesiastés y de Cantar de los Cantares, libros poéticos de la Biblia que estudiaremos en su momento. Así que Salomón fue grandemente bendecido por Dios con muchos dones y talentos.

Pero Salomón terminó muy mal. Siempre es más importante como uno termina que como uno comienza. Salomón tenía una gran debilidad, podríamos decir que es la debilidad de la mayoría de los hombres: las mujeres. Esta fue la causa de su desgracia, pues la misma Biblia al hablarnos de su decadencia, es lo primero que nos dice: ¨Pero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extrañas; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón y a las heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor¨ (I Reyes 11: 1,2). Y la Biblia agrega: ¨Y sus mujeres desviaron su corazón¨ (I Reyes 11: 3). Cuando uno llega al capítulo 11 de I Reyes, uno ve algo insólito: Cómo este hombre que había sido dotado de la más exquisita sabiduría, había menospreciado el temor de Dios por el placer de las mujeres. El hedonismo lo llevó a la egolatría y a la idolatría de toda índole. En su libro de Eclesiastés podemos ver, sin embargo como se convenció al final de su existencia de lo inútil e insignificante de la vida a espalda de Dios.

Dios le hizo saber que por sus graves pecados, el reino de Israel sería resquebrajado, aunque no durante su vida, pero sí después de su muerte, y esto por la misericordia prometida a David (I Reyes 11: 11-13). Los últimos días de Salomón no fueron muy halagüeños como podemos ver, pues Dios lo puso a probar la amargura de la rebelión, de la sublevación y de los complots constantes (I Reyes 11: 31.40).

De esta manera Dios quería hacer a Salomón consciente de lo que aguardaba a la nación de Israel después de su muerte. Después de la muerte de Salomón, tenemos una serie de acontecimientos que están marcados por la mala actuación de la mayoría de estos gobernantes, en un reino dividido que terminará en ruina y cautiverio.

II.- Decadencia de la Monarquía y la Intervención de los Profetas.

Durante los últimos días del reinado de Salomón, ya se venía gestando la división del reino de Israel. Así que después de su muerte, al pasar el reino a manos de su hijo Roboam, el lado norte de Israel que estaba formado por las demás tribus, aparte de la tribu de Judá, se rebeló al frente de Jeroboam. Dios propiciaría esta división como una forma de castigo merecido (I Reyes 11:11-13). Así que Israel se divide entonces en reino del Norte y reino del Sur.

Cada uno de estos reinos tendrá una sucesión de reyes, unos más o menos peores que los otros, y de vez en cuando uno que hará lo recto delante del Señor, pero en fin de cuentas, la situación irá empeorando hasta la decadencia total. La profecía del profeta Ahías en los albores de este reino dividido, es una muestra de lo que espera a Israel durante este periodo oscuro: ¨Jehová sacudirá a Israel al modo que la caña se agita en las aguas; y él arrancará a Israel de esta buena tierra que había dado a sus padres, y los esparcirá más allá del Eufrates, por cuanto han hecho sus imágenes de Asera, enojando a Jehovᨠ(I Reyes 14:15).

Durante este período del reino dividido, hubo constantes guerras intestinas entre Judá (reino del sur, con capital en Jerusalén) e Israel (reino del norte, con capital en Samaria) y además, siempre la amenaza y el temor de los enemigos vecinos: Egipto, Asiria y Babilonia.

La mayoría de estos reyes, tanto de Israel como de Judá, estaban viviendo según el modelo equivocado de Saúl, y muy pocos se decidían por el modelo preferido de Dios, que fue el gobierno de David, cosa esta que Dios anhelaba y que no perdía tiempo para hacérselo saber al pueblo, pues David era el parámetro del tipo de rey que él deseaba para Israel, que si bien es cierto que no era perfecto, era mejor que cualquiera otro rey humano que ellos pudieran tener.

Esta añoranza divina de un rey conforme al corazón de Dios es algo que vemos expresado en la Biblia: ¨Asa hizo lo recto ante los ojos de Jehová, como David su padre¨ (I Reyes 15: 11). Dios tiene un modelo, y él no descansará hasta que sus hijos lleguemos a alcanzar la estatura de ese modelo. Dios nunca estará de acuerdo con lo malo o lo mediocre, ni se conformará sólo con lo bueno, sino que él exigirá lo mejor, la excelencia. Jesucristo es hoy nuestro modelo a ser imitado, y esta es una demanda superior a la exigida a los reyes de Israel: ¨Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo¨ (Efesios 4:13).

Y para que nadie en Israel alegara ignorancia, Dios levantó a hombres idóneos para anunciar su palabra, a los profetas. Al través de ellos Dios ha de enrostrar a la nación su pecado, y esta ha de ser una tarea muchas veces peligrosa. El hecho de que el profeta vaya al rey y lo enfrente en nombre de Dios por su mal proceder, es considerado por los que gobiernan a la manera humana, como actos subversivos; así que el profeta ponía su vida en grande riesgo cuando denunciaba los males y pecados, y esto es algo que ocurrió con mucha frecuencia en Israel.

Muchos profetas fueron asesinados por decir la verdad de Dios. Esto es algo que se repite al través de la historia en el mundo. Todos aquellos que desempeñan un rol similar al de un profeta en las naciones modernas, como los periodistas que denuncian las injusticias que se cometen, son conscientes del grave peligro que corre su vida al exponerse de tal manera, enfrentando el poder político. Pero aquellos que son conscientes de su llamado, no se amedrentan frente a ninguna amenaza, mucho menos lo pueden hacer los profetas de Dios.

Elías y Eliseo son dos profetas que se destacan en el tiempo del reino dividido. Elías y Eliseo fueron profetas tan especiales que al través de ellos Dios obró grandes milagros como detener la lluvia y pedir que lloviera, pedir que bajara fuego del cielo, multiplicación de elementos de la naturaleza, como el caso de la multiplicación de la harina y el aceite de las viudas, la resurrección de un niño, el milagro del hacha que flotó en el agua, y el milagro de sanación de una enfermedad incurable para ese tiempo, la lepra.

Cada uno de estos milagros son similares a los obrados por Jesús muchos siglos después en el Nuevo Testamento. Elías y Eliseo mostraron una anticipación de los poderes que acompañarían al Mesías, y además, el nombre de Elías está particularmente relacionado con el Señor Jesús, pues él juntamente con Moisés apareció con Jesús en el monte de la transfiguración ante la mirada atónita de sus discípulos Pedro, Juan y Jacobo (Mateo 17:1-13).

Elías fue el maestro de Eliseo y debemos mencionar de forma especial un hecho singular que sobresale en su vida, y es que él fue traspuesto para no ver la muerte. Elías está en el cielo sin haber pasado por el proceso de la muerte, al igual que Enoc. Ellos son las primicias de los que seremos transformados en un abrir y cerrar de ojos el día que el Señor venga en su segunda venida, como dice la Biblia (I Corintios 15: 52).

Elías libró una tremenda batalla contra los sacerdotes de Baal. Aunque tuvo éxito en su empresa y destruyó el culto a Baal, pero su vida corrió grande peligro ante las amenazas de la malvada Jezabel, la esposa fenicia adoradora de Baal que se había buscado el rey Acab. Esta era una pareja maligna que provocó grandes males a la nación de Israel, especialmente en el reino del norte.

Acab muere de una forma muy peculiar en una batalla contra los sirios; nos dice la biblia: ¨Un hombre disparó su arco a la ventura e hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura, por lo que dijo él a su cochero: Da la vuelta y sácame del campo, pues estoy herido. Pero la batalla había arreciado aquel día, y el rey estuvo en su carro delante de los sirios, y a la tarde murió; y la sangre de la herida corría por el fondo del carro¨ (I Reyes 22: 34,35).

En cuanto a Jezabel, esta recibió su castigo durante el reinado de Jehú; su cuerpo despedazado fue comida de los perros (2 Reyes 9:30-37). Toda la familia de Acab fue exterminada. Estos libros de I y II de Reyes terminan siempre mal, muy mal. No pueden terminar bien los que se apartan del Señor y se van tras las corrientes de este mundo.

III.- El Cautiverio.

Varias décadas después de la muerte de Eliseo, el reino del norte de Israel cayó en manos de Salmanasar rey de los asirios. Todo esto por apartarse de los caminos del Señor; por esto Dios los entregó en manos de sus enemigos (2 Reyes 17:14-18). Así que Asiria se adueña de Samaria y establece allí sus dominios, y se inicia la mezcla de razas, de culturas y de religiones, formándose un sincretismo peligroso que apartará a los israelitas muy lejos del Señor.

Los creyentes debemos ser conscientes que aunque vivimos en este mundo, pertenecemos a la patria celestial, y que hay cosas de nuestra cultura con las que no podemos estar de acuerdo, y a las que de ninguna manera nos podemos conformar (Juan 17:16, Romanos 12:2). La demanda del Señor a los israelitas de no hacer alianza con las naciones paganas, es lo equivalente a lo que nos dice la Biblia en el Nuevo Testamento, de no hacer compromisos con los incrédulos, no hacer compromisos que interfieran con nuestra ética y nuestras creencias, pues esas son cosas innegociables (2 Corintios 6:14).

El cristiano que ignora este principio, está desperdiciando la gracia de Dios que le ha sido dada, está siendo una afrenta para el pueblo de Dios y se convierte en un hazmerreír del diablo. Los israelitas se pusieron en terreno de Satanás, y sufrieron las consecuencias.

En tiempos del rey Josías en Judá, no valió para el pueblo de Israel que se hicieran reformas y llamados al arrepentimiento, ni que se arreciara la persecución contra los propiciadores de todo tipo de maldad, de todo vicio y pecado, pues de todos modos Dios ya estaba determinado a que Judá corriera la misma suerte que Israel: ¨Con todo eso, Jehová no desistió del ardor con que su gran ira se había encendido contra Judá, por todas las provocaciones con que Manasés le había irritado. Y dijo Jehová: También quitaré de mi presencia a Judá, como quité a Israel, y desecharé a esta ciudad que había escogido, a Jerusalén, y a la casa de la cual había yo dicho: Mi nombre estará allí¨ (2 Reyes 23:26,27). Así que, no pasó mucho tiempo para que también el reino del Sur, Judá, cayera cautivo, pero esta vez en manos de los babilonios, bajo el mandato del rey Nabucodonosor.

Juan Pablo Duarte, el padre de nuestra patria dominicana, en su máxima sentencia nos dice: ¨vivir sin patria, es lo mismo que vivir sin honor¨, y nosotros decimos que para vivir sin honor dentro de la patria, es mejor vivir sin patria. Esta nación dominicana, como muchas patrias de nuestra América Latina y muchas naciones del mundo, está viviendo en condiciones similares a las del pueblo de Israel durante el tiempo del reino dividido, pues nuestros gobernantes viven de espaldas a Dios, y de espaldas a las necesidades más perentorias del pueblo.

Nuestros gobernantes, supuestamente democráticos, se atreven a ir a una cumbre a pedir flexibilidad en la política internacional en favor de una nación como Cuba, que está regida por más de cincuenta años por una dictadura, en vez de pedir al gobierno cubano que permita al pueblo trillar su propio destino en un sistema democrático. Pero esa actitud no me sorprende de personas que viven cada día pregonando una cosa, y haciendo otra totalmente diferente, o sea, que eso es parte de su demagogia, la cual ni siquiera disimulan.

La razón de todo este errático accionar es el cautiverio al que Satanás tiene sometido a nuestros pueblos, los cuales son víctimas de sus trampas. Aquí también el enemigo tiene sus redes de sincretismo, alejando a los hombres cada día más de la verdad bíblica y viviendo en ignorancia, una ignorancia espiritual que sobrepasa todo intelecto y tiene sometida la voluntad del hombre.

Sólo Jesucristo, conocido y aceptado en el corazón de los individuos, puede transformar de manera genuina la suerte de nuestros pueblos y del mundo.

Mensaje predicado por el pastor Leandro González en la Primera Iglesia Bautista de Mao, en Marzo 8 de 2009.