lunes, 3 de septiembre de 2012

EL CLAMOR DE LOS SANTOS

Apocalipsis 6: 9-11

        Después de ver escenas tan terribles como las de los cuatro jinetes del Apocalipsis, durante la apertura de los cuatro primeros sellos del libro que estaba en la mano derecha de Dios, nos encontramos con otra escena de la que podemos extraer grandes verdades bíblicas acerca del mundo espiritual, relacionada con la vida después de la muerte. ¿Qué sucede con las almas de las personas que mueren, y en sentido particular con las almas de los creyentes en Jesucristo? En este pasaje de Apocalipsis 6: 9-11 claramente se nos revelan varias verdades que en nuestra introducción quisiéramos enumerar:

     En primer lugar, vemos que el alma del que muere, es consciente en el mundo espiritual; o sea, que las personas cuando mueren, no dejan de ser personas. Lo que sucede cuando alguien muere es que se produce una separación,  el alma se separa del cuerpo. El cuerpo va a la tumba y el alma va al cielo o al infierno. Esto quiere decir que el mundo no se acaba para el que se muere (como muchas personas piensan), sino que las personas después de la muerte saben que han muerto y pueden darse cuenta del lugar donde están.
 
        Esta realidad de la existencia del alma más allá de la muerte es una garantía y una esperanza para los que han de dar su vida por el Señor, porque los hombres pueden matar el cuerpo, pero el alma no la pueden matar, así lo dice el Señor: ¨Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno¨ (Mateo  10:28).

    Por otro lado, si pensabas que después de tu muerte tus problemas se habrán terminado, estás muy equivocado, porque la Biblia dice en el mismo libro de Apocalipsis, lo siguiente: ¨Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.  Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen¨ (Apocalipsis 14:12,13). Entonces, definitivamente la vida no termina con la muerte, sino que la persona pasa a una dimensión superior de existencia y de conocimiento.

        En segundo lugar, los que mueren tienen expectativas respecto del espacio y del tiempo; de los hechos del pasado, del presente y del futuro, pues las almas que vemos aquí debajo del altar, en el trono celestial, están esperando el día de la venganza del Señor. Estos santos están pidiendo a Dios el castigo de sus verdugos, ruegan por la vindicación de sus asesinatos, ocurridos mientras estaban vivos en la tierra. El Señor Jesús, en la historia del rico y Lázaro, nos enseña acerca de esta realidad consciente del ser en el más allá. En este relato vemos que el rico tenía conciencia de lo que había dejado en la tierra y quería desde el infierno motivar, para que sus familiares no corrieran su misma suerte: ¨Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento¨ (Lucas 16:27,28).

     Y en tercer lugar, los que mueren parece que conservan las sensaciones de sus sentidos, pues el Señor les consuela otorgándoles indumentarias (¨vestiduras blancas¨), mediante las cuales les consuela y les anima a esperar con paciencia a que se complete el número de los que han de ser muertos de la misma forma que ellos (Apocalipsis 6:11).
     Ahora quiero que veamos el significado de este clamor de las almas de los santos debajo del altar, en el trono de Dios:

1.- El Clamor de los Santos Es Un Asunto Muy Antiguo.

     Aquí vemos una escena muy especial, ubicada bajo el altar : ¨las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían¨ (Apocalipsis 6:9). ¿Y qué es lo que hacen?: ¨Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?¨ (Apocalipsis 6:10). Estos santos tienen el privilegio de estar en el cielo en un  lugar cerca de Dios, y es allí precisamente donde él prefiere tenerlos, porque : ¨Estimada es a los ojos de Jehová La muerte de sus santos¨ (Salmos 116:15). Entiéndase que es estimada por causa de que ya dejarán de sufrir las congojas de este mundo, para pasar a disfrutar del gozo celestial en la presencia de su amado Señor. Además, Dios ama la muerte de sus santos, en contraposición con el dolor que le produce la muerte del impío, quien al morir pierde toda esperanza de salvación y pasa a la perdición eterna del infierno, sin posibilidad alguna de librarse de allí.  El profeta Ezequiel recoge las palabras del Señor expresando su tristeza acerca de la condición del hombre pecador: ¨ Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva¨ (Ezequiel 33:11). Así que, los santos representados en esta escena, están en una posición privilegiada, aunque su estancia allí sea el producto de su martirio.

      A este grupo de santos reclamantes debajo del altar en el cielo, de seguro pertenece Abel, que desde el día en que su hermano Caín lo mató (entiéndase que por causa de su testimonio de fe en Dios y en su Palabra) su sangre clama a Dios desde la tierra: ¨Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra¨ (Génesis 4:10). Para los que piensan que existen crímenes que quedarán impunes, la Biblia nos dice que no, que cada uno recibirá su castigo por cometer injusticias contra sus semejantes.

    Aparte de las oraciones de los santos en la tierra pidiendo justicia, existe un clamor en el trono mismo de Dios por parte de los santos que han muerto por su fe, los cuales constantemente procuran justicia ante el trono celestial.

      Creemos que este clamor es un clamor muy antiguo, pues desde tiempos inmemoriales los creyentes han sufrido el escarnio, la persecución y la muerte por parte de este mundo impío. Recordemos los sufrimientos de Noé en la antigüedad, ya que la gente se burlaba de él cuando construía el arca, donde él y su familia se salvaron. También tenemos el testimonio de Enoc, el cual se hastió tanto de este mundo, que prefirió darse un paseo por el cielo, decidiendo Dios dejarle allá para librarle de la maldad de este mundo. Y qué diremos de los tormentos sufridos por Lot en Sodoma, un pueblo tan corrompido, que Dios decidió destruir a todos sus habitantes con fuego y azufre , (Génesis 19).

     Los mártires de la fe de todos los tiempos (los de Hebreos 11) están representados en ese grupo de santos que claman bajo el altar. En ese grupo podemos ver a Esteban, el primer mártir de la fe cristiana. Y a muchos otros, quizá muertos muy recientemente, los podemos visualizar en ese grupo de valientes que han sufrido la muerte por causa del evangelio. Muchos que aún estamos vivos, quizá un día estaremos en ese grupo, sólo Dios lo sabe. No todos sufriremos la muerte por causa del evangelio, y aunque morir por Cristo es considerado en la Biblia como un privilegio,  lo más importante es estar en el grupo de los salvados, aunque no suframos el martirio por nuestra fe.

2.- El Clamor de los Santos Es Un Asunto de Justicia Divina.

     El apóstol Pablo claramente revela, bajo la dirección del Espíritu Santo, cuales son los planes de Dios acerca del juicio que se realizará contra los que han hecho daño a los hijos de Dios y a su iglesia. En su segunda carta a los tesalonicenses su planteamiento es muy severo en este sentido: ¨Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;  los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros¨ (2Tesalonicenses 1:6-10).

     Muchos de los santos que se ven debajo del altar en Apocalipsis, todavía viven en el día de hoy. A estos el apóstol Pablo les dice en el día de hoy: ¨ Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás; tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis. Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis¨ (2Tesalonicenses 1:3-5). Los sufrimientos de los santos por causa del evangelio justificarán el rigor del juicio divino sobre los impíos, cuando sea manifestado.

3.- El Clamor de los Santos Es un Asunto Que Dios Atenderá Indefectiblemente.

      Dios tiene un interés particular por atender el clamor de los santos, pues él vela por la integridad de los suyos como un padre vela por sus hijos. Recordemos cómo la Biblia nos habla del celo de Dios por el pueblo de Israel, y sabemos que la iglesia es en última instancia, el verdadero Israel de Dios: ¨Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo¨ (Zacarías 2:8).

     Dios consuela y calma mientras tanto la sed de justicia de los santos: ¨Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos¨ (Apocalipsis 6:11).

     En la agenda de Dios está programado el día en que su mano poderosa caerá pesadamente sobre aquellos que han mortificado a su iglesia. Mientras el día del juicio llega, Dios proporciona a los mártires vestiduras blancas, símbolo de la pureza de sus almas, para que descansen tranquilos. Las almas de los santos están libres de culpa, pues ya han sido justificados por la obra redentora de Jesucristo. La dignidad de sus ropas blancas es por causa de haber manifestado fe en la Palabra de Dios, y haber sostenido hasta la muerte su fidelidad, como testigos de Cristo.

     Esta escena de Apocalipsis 6: 9-11 tiene un gran valor para los santos de la iglesia primitiva,  a los que estaba dirigido el libro de Apocalipsis, pues ellos estaban siendo víctimas del imperio romano, que los perseguía con saña malvada, sin darles tregua.

    Dios ha prometido que responderá al clamor de los santos: ¨Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces¨ (Jeremías 33:3).  El carácter de Dios garantiza que él actuará con justicia en el caso de los santos, así como en cualquier caso. El propio Jesucristo habló de la disposición de Dios para operar su justicia en el mundo, cuando narró la historia de la pobre viuda que reclamaba justicia al juez injusto: ¨También les refirió Jesús una parábola sobre la  necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra? (Lucas 18:1-8).

     En Apocalipsis 8: 3-5 encontramos una escena que corrobora la disposición de Dios de cumplir el clamor de todos los santos y de atender a sus oraciones: ¨ Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto¨. Todo el mal que el mundo ha provocado contra los hijos de Dios en todos los tiempos, se volverá contra ellos mismos, en el día que sean vaciadas sobre el mundo las brasas encendidas mezcladas con el incienso que representa las súplicas que los santos vierten ante el altar de Dios, cumpliéndose así las palabras referidas por el apóstol Pablo en Romanos 12:19-21: ¨No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza¨.

     La justicia divina no se hará esperar; pero lo más importante es, que es segura, lo cual garantiza que tarde o temprano la justicia divina llegará. Así que los santos pueden descansar confiados y pacientes en la certidumbre que les brinda la promesa segura de que Dios les hará justicia. 

Leandro González.
Mensaje predicado en la Primera Iglesia Bautista de Mao, República Dominicana, el 2 de Septiembre de 2012.