jueves, 11 de febrero de 2010

EL ESPIRITU SANTO

Juan 16:7-11


¨Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado¨ (Juan 16:7-11).

Con relación a Dios el hombre ha inventado toda serie de falsedades por no hacer caso a las Sagradas Escrituras. Se ha dicho que Dios es todo, y cuando esto se dijo por primera vez se inauguró el panteísmo. Se ha querido reducir a Jesús a un simple mortal, al despojarle de su deidad, diciendo que él fue un gran revolucionario, un gran maestro, un gran visionario, etc.; pero Jesús es mucho más que esto. El es ¨el Hijo del Dios viviente¨ como dijera Pedro por inspiración que le fue revelada en Mateo 16:16. Y del Espíritu Santo se ha dicho que no es una persona, que es una fuerza, que no es Dios y muchas otras cosas más. Pero hemos visto por lo que hasta ahora hemos compartido que tanto Jesucristo como el Espíritu Santo son Dios al igual que el Dios Creador, ellos son Jehová sin discusión alguna, un solo Dios en tres personas.

Los que tenemos el deber de enseñar las Sagradas Escrituras debemos insistir en las verdades esenciales de la fe cristiana hoy más que nunca. Cada día se hará mucho más urgente mantener en la mente de los creyentes estas verdades, insistir en ellas para que ninguno alegue ignorancia, y para evitar que sea lesionada la sana doctrina. Pablo exhorta a Timoteo acerca de la necesidad de permanecer en la fe: ¨Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra¨ (2 Timoteo 3:14-17).

Este es un ejercicio permanente, y esto debe ser parte de nuestra práctica de vida. El esforzarnos por conocer nuestros fundamentos espirituales, nos ayudará grandemente en la defensa de nuestra fe, y evitará a las iglesias el ser atrapadas en el error. Por lo general el humano ingenuo es mucho más proclive a creer la mentira que la verdad. “Miente, miente, que al final algo quedará... cuanto más grande sea una mentira, más gente la creerá¨, decía el encargado de la propaganda nazi en Alemania en los tiempos de Hitler. Todos sabemos que Satanás es el padre de la mentira, todo error se gesta en la mente malvada del enemigo de todas las almas.

Jesús, recriminando a los judíos incrédulos dice: ¨Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis¨ (Juan 8:44).

En esta noche culminaremos nuestro tema acerca de la doctrina de Dios. Coronamos esta parte de las verdades esenciales de la fe cristiana con la enseñanza de la doctrina del Espíritu Santo.

El Señor Jesucristo dio instrucciones a sus discípulos acerca de la llegada del Espíritu Santo a la vida de cada creyente: ¨Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días¨ (Hechos 1:4,5). También les dijo: ¨pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra¨ (Hechos 1:8).

Y tal y como el Señor les prometió, el Espíritu Santo fue derramado sobre todos los congregados en el día de pentecostés: ¨Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen¨ (Hechos 2:1-4). ¡Qué gran culto el de ese día especial de pentecostés!

Mientras estaban todos reunidos en el aposento alto se cumplió de manera cabal la profecía que a este respecto fue dicha por el profeta Joel; así nos lo dice la Biblia: ¨Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo¨ (Hechos 2:14-21).

Era necesario que el Señor se fuera para que el Espíritu Santo viniera a morar en la vida de cada creyente: ¨Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado¨ (Juan 16:7-10). De esta manera es como el Señor está con nosotros ¨todos los días hasta el fin del mundo¨, tal y como prometió que estaría, según Mateo 28: 20.

Con relación al tema del Espíritu Santo tocaremos los siguientes aspectos: 1) La Personalidad del Espíritu Santo, 2) El Espíritu Santo en la vida del creyente y 3) Los Dones del Espíritu Santo.

1.- El Espíritu Santo Es Una Persona.

Los llamados Testigos de Jehová enseñan que el Espíritu Santo no es una persona. Ellos comenzaron con un error que no es original de ellos. Como tristes emisarios de Arrio, un sacerdote de Alejandría de la antigüedad, repiten el error de que Jesucristo no es Dios y que es el primer ser creado. Y como consecuencia de entrar en ese ámbito de la mentira, cometen un pecado imperdonable, al presentar al Espíritu Santo como una fuerza impersonal.

Pero claramente podemos ver en la Biblia que el Espíritu Santo sí es una persona, es la Tercera Persona de la Trinidad. Es imposible llegar a otra conclusión que no sea esa. Cuando leemos la Biblia sin prejuicios nos podemos dar cuenta de esta verdad de que el Espíritu Santo es una persona. Veamos sólo tres ejemplos de esta verdad tan clara: a) El Espíritu Santo habla: ¨El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios¨ (Apocalipsis 2:7); b) el Espíritu Santo enseña: ¨Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho¨ (Juan 14:26); c) el Espíritu santo intercede: ¨Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos¨ (Romanos 8:26,27). Todas estas son cualidades que sólo se pueden encontrar en una persona, nunca en una fuerza impersonal.

Solamente el hecho de que el Espíritu Santo inspiró las Sagradas Escrituras es razón suficiente para creer que es una persona: ¨porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo¨ (2 Pedro 1:21).

El Espíritu Santo tiene la misión de convencer al hombre de pecado, justicia y juicio, y esta es otra prueba de su personalidad: ¨Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado¨ (Juan 16:8-11).

2.- El Espíritu Santo Entra en la Vida del Ser Humano Desde que Este Confiesa Creer en Jesucristo.

Somos bautizados por el Espíritu Santo mucho antes de ser bautizados en agua. Una persona debe ser bautizada en agua porque ha sido bautizada en el Espíritu Santo. No se recibe el Espíritu Santo como una segunda experiencia de conversión, sino que esto es algo simultáneo. Si somos convencidos por el Espíritu Santo para creer en el Hijo de Dios, y confesamos fe en él públicamente, entonces es suficiente argumento para entender que desde que creemos somos sellados por el Espíritu Santo de la promesa, tal y como nos lo dice la Biblia: ¨En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa¨ (Efesios 1:13).

Siguiendo este argumento, no es el hablar en lenguas lo que manifiesta que una persona tiene el Espíritu Santo, sino que es el carácter y el estilo de vida lo que debe evidenciar la influencia poderosa de Dios en el ser humano convertido. La Biblia le llama a esto ¨el fruto del Espíritu¨: ¨Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu¨ (Gálatas 5:22-25). Los creyentes que hablaron en lenguas (entiéndase idiomas) en el día de pentecostés, lo hicieron como demostración de que aquel acontecimiento era un acto singular, único e irrepetible. El hablar en lenguas fue uno de una serie de hechos sobrenaturales que ocurrieron ese día, como el hecho de que fueron repartidas sobre las cabezas de los discípulos, como lenguas de fuego.

Una vez que el Espíritu Santo ha venido a la vida del creyente, no se va nunca. Puede ser contristado, pero no se retira: ¨Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención¨ (Efesios 4:30),. Note como dice que fuimos sellados por el Espíritu Santo para el día de la redención. Si esto es así, ¿Cómo puede ser posible que se retire, que se vaya de la vida del creyente, si ha de estar para siempre? El Espíritu santo puede ser apagado, pero no se retira de la vida del creyente: ¨No apaguéis al Espíritu¨, dice Pablo en I Tesalonicenses 5:19. Recuerde que el Espíritu santo llega a la vida del creyente como un sello de garantía de ser hecho hijo de Dios.

Una persona puede ser llena del Espíritu Santo en la medida de su entrega y consagración a Dios. Todo depende qué tanto usted dedique tiempo a la oración, a la lectura y meditación de la Biblia, a la devoción cristiana en sentido general y qué tantos compromisos usted asuma con la obra del Señor. Mientras más busque de la comunión del Señor, más lleno del Espíritu Santo estará; usted será más consciente de su presencia en su vida. No hay mandamiento para ser bautizados con el Espíritu Santo, pues este es un acto soberano de Dios, pero sí para ser llenos de él: ¨sed llenos del Espíritu¨ (Efesios 5:18), porque esto depende de nosotros, de nuestro empeño personal como cristianos y de lo que le permitamos a Dios obrar en nosotros, de nuestra obediencia.

3.- El Espíritu Santo Capacita al Creyente Mediante los Dones.

Una de las grandes y magníficas bendiciones del Espíritu Santo para el creyente es el darle una capacidad espiritual, que sólo se recibe cuando uno se convierte.

Cuando nacemos de nuestros padres, Dios nos capacita con dones naturales. Estos dones naturales nos preparan para la vida, ellos definen nuestra inclinación profesional. Estas capacidades naturales dependen también de la lectura genética, puesto que somos el producto de un acto de procreación, donde intervienen nuestros padres como progenitores, y Dios como Creador. Pero cuando nos convertimos, nacemos de nuevo y somos hechos nuevas criaturas, ¨engendrados de Dios¨: ¨Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios¨ (Juan 1:12). Así que, cuando nacemos de nuevo adquirimos privilegios especiales como hijos de Dios, y uno de ellos es el don o los dones del Espíritu que nos son dados según la capacidad de cada uno: ¨Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos¨ (Mateo 25:14,15).

Los dones del Espíritu Santo son al mismo tiempo una gran responsabilidad para todo creyente, pues nos son dados para la edificación de la iglesia. Los dones espirituales no son para crear controversia entre los hermanos, sino para enriquecer la vida eclesiástica y realizar la obra que el Señor nos ha encomendado: ¨Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres. Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo¨ (Efesios 4:1-13).

Debemos agregar respecto de los dones, que son irrevocables. Una vez que nos son dados, nos son dados para siempre: ¨Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios¨ (Romanos 11:29).

Una última cosa que diremos con relación a los dones dados al creyente por el Espíritu Santo es, que en el día de hoy muchos creen que el don de apóstol está vigente. Muchos ¨pastores¨ y líderes de iglesias que se presentan como muy carismáticos están siendo persuadidos con la atractiva idea de convertirse de pronto en apóstoles. Pero no en apóstoles en el sentido etimológico de la palabra, en enviados o misioneros, sino en apóstoles con la categoría de los doce, porque la pretensión de ellos es mucha y muy elevada. Ellos quieren tener la misma autoridad que tenían estos hombres elegidos de manera especial por el Señor Jesucristo, cosa esta que cumplió una parte importante de los propósitos de Dios, que era sentar las bases de la fe cristiana; como lo hicieron ellos, y lo hicieron muy bien, porque ellos sí eran apóstoles. A ellos les fue entregada la revelación de toda la verdad para que pusieran el fundamento. Tengamos cuidado pues con los falsos apóstoles de hoy que pretenden poner otro fundamento. A estos les remito a la advertencia paulina en I Corintios 3:11-13: ¨Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará¨.

Leandro González

Mensaje predicado por Leandro González en la Primera Iglesia Buatista de Mao, República Dominicana, en Febrero 7 de 2010.