domingo, 15 de marzo de 2009

CUANDO LOS REYES AGRADABAN A DIOS

I Crónicas 13:1-4

En esta ocasión nos vamos a referir a los dos libros de Crónicas de la Biblia, en el Antiguo Testamento. Como hemos dicho ya, estamos echando un vistazo a los libros de la Biblia, presentando las ideas principales y haciendo una breve aplicación de las lecciones espirituales contenidas en esos libros, aplicadiones que son pertinentes para nosotros en el día de hoy.

A diferencia de los libros de Reyes, que básicamente se dedican a mostrarnos los defectos, vicios y pecados de los reyes de Israel, en los libros de Crónicas tenemos una panorámica desde una perspectiva un poco más positiva, donde se resaltan sobre todo los momentos de gloria de estos reyes, principalmente de David y Salomón, y sus intenciones de agradar a Dios, mostradas en lo relativo al culto en el templo y los preparativos especiales de los responsables de la adoración. Pero en los casos donde hay evidencia de pecado en el actuar de estos reyes, hay una respuesta divina de amonestación y castigo; y se presenta también la actitud de arrepentimiento que estos personajes tuvieron en su momento, y la respuesta de perdón y restauración departe de Dios.

Algo que no podemos perder de vista, es que los nombres y biografías de estos reyes no están en el Libro Sagrado por ellos mismos, sino que están ahí por la relación de ellos con el Dios de Israel, y confrontados por la conducta buena o mala que tuvieron frente a los ideales de Dios, quien es el verdadero rey de esta nación. O sea, que estos reyes se han sentado en una silla muy caliente, el trono que corresponde a Dios. Eso se puede decir de cualquier gobernante del mundo en cualquier momento, pues claramente la Biblia muestra que el mundo es de Dios, y que él es el que quita y pone reyes (Daniel 2:21).

Cuando a Jesús le presentaron la moneda con la inscripción de la efigie del César, al plantearle el dilema de dar o no dar tributo al Estado romano, este respondió en Mateo 22:21: ¨Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios¨, estaba en realidad expresando que todo el mundo, lo del César, y el César mismo, son de Dios. Podemos decir que del César era el poder político temporal, como es el poder político temporal de los políticos de hoy, pero de Dios es el César, todo su poder político y el mundo en sentido general (Salmo 24:1). Este es un principio elemental de mayordomía.

A cada hombre o mujer que ostente en algún momento el poder político, Dios le demandará por la forma justa o injusta como asuman su rol, y le ajustará cuentas a su debido momento, tal como vemos que lo hizo con los reyes de Israel. Y si Dios ha hecho eso con su pueblo, estoy seguro que lo hará, con más razón, con los otros pueblos del mundo, por aquello que dice la Biblia: "Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?" (1 Pedro 4:17). Creo que Dios está muy pendiente de la política del mundo, tal y como lo vemos interesado en la política de Israel.

Debemos ver siempre a Israel como un modelo de lo que es, ha sido y será la actitud de las naciones de la tierra frente a Dios, y cuáles han sido las condiciones que Dios ha establecido para que las naciones tengan algún tipo de trato con él, y viceversa.

Los libros de Crónicas comienzan con una serie de genealogías que empiezan con Adán y los doce patriarcas de la antigüedad más lejana: Set, Enós, Cainán, Mahalaleel, Jared, Enoc (que fue traspuesto y se lo llevó Dios, Génesis 5:24), Matusalén (que fue el hombre que vivió más años, Génesis 5:27), Lamec, Noé, Sem, Cam y Jafet. Estos constituyen el linaje de los llamados en Génesis ¨los hijos de Dios¨ en contraposición con ¨los hijos de los hombres¨ (Génesis 6:2). Estos son los participantes de una raza redimida, que seguirá la línea que se inició con Abel y que finalmente nos llevará hasta Jesucristo, el Mesías prometido.

Esta genealogía nos lleva por Abraham hasta los doce hijos de Jacob que formarían el pueblo de Israel: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Izacar, Zabulón, Dan, José, Benjamín, Neftalí, Gad y Aser. Luego tenemos de manera especial los descendientes de Judá, la tribu de donde vendría el rey David, y posteriormente nacería el Mesías, el Rey que instaurará el reino eterno prometido a David. Hasta el capítulo 9 tenemos esta interminable lista de nombres, que si bien a veces se torna insoportable, no menos cierto es que tiene un gran valor para el significado de la historia bíblica y los planes de Dios para la salvación del mundo, planes que se cumplirán muy a pesar de los impedimentos de los hombres y de Satanás.

En los capítulos 10 al 21 de I Crónicas tenemos una repetición de pasajes descritos en I y II Samuel que nos hablan de la vida de David, pero con algunos detalles enriquecedores. En verdad, Crónicas es una interpretación de los acontecimientos descritos en los libros de Samuel y los libros de Reyes, con la intención de llamar la atención al pueblo de Israel, en tiempos de la restauración, después del cautiverio, acerca de las consecuencias de obedecer o desobedecer a Dios. Cuando hablemos de los libros de Esdras y Nehemías veremos esto con mayor claridad.

En Crónicas, de Saúl sólo se menciona su trágico final. Tan negativa fue la influencia de Saúl, que el cronista bíblico no consideró oportuno redundar en sus hechos tan perjudiciales, aparte de que la intención del historiador, en este caso, es animar a los israelitas, que tienen por delante la restauración de su nación, resaltando los hechos donde los reyes buscaron agradar a Dios.

En Crónicas podemos destacar:

I.- El Papel de David Buscando Agradar a Dios.

Como hemos dicho ya, David consolidó la monarquía en Israel. Fue David el rey que mejor interpretó, como gobernante terrenal, los propósitos de Dios. Podemos decir sin temor a equivocarnos, que el papel de David en la historia universal, ha sido la de hacer el gobierno más justo y equitativo de los que han existido, y posiblemente de los que existirán hasta que Jesucristo venga por segunda y definitiva vez. David fue el modelo preferido por Dios para un rey humano en Israel. Hoy, sin embargo, el modelo por excelencia, tanto para David, si estuviera presente ahora, como para cualquiera otro gobernante, sea este cristiano o no, es sin duda, Jesucristo, el ¨REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES¨ (Apocalipsis 19:16).

En realidad, siempre ha sido Dios el modelo perfecto a ser imitado, y es él quien ha establecido tanto las leyes que rigen el universo, así como las leyes espirituales que rigen la vida moral del hombre. Cuando alguien no hace caso a las leyes naturales o físicas, sufrirá inmediatamente las consecuencias. Por ejemplo, si una persona se arrojara al vacío desde una altura considerable, es seguro que perecerá por ignorar o menospreciar las leyes que rigen la gravedad. De la misma forma, cualquiera que viole alguna ley espiritual, también sufrirá las consecuencias. Pero las consecuencias de violar las leyes espirituales son mucho peores, pues trascienden este mundo, pertenecen al ámbito de la eternidad. De modo que si una persona no se arrepiente de sus pecados aquí y ahora, será culpado en el juicio final, y será condenado al infierno por toda la eternidad.

Aquí es donde encontramos la gran preeminencia de David como rey humano, modelo para los demás reyes de la tierra: David pecó, pero él se arrepintió, confesó sus pecados a Dios y recibió de Dios el perdón anhelado, y su vida fue redireccionada en la búsqueda de agradar a Dios (Salmos 51). Mientras los gobernantes de la tierra no redireccionen sus vidas en orientación hacia Dios y sus propósitos, seguirán dando pasos imprecisos, y la solución a los problemas del mundo será cada vez más imposible de lograr.

David se preocupó por la casa de Dios en la misma dimensión que se preocupó por su propia casa, y por este motivo Dios le permitió hacer los preparativos para la construcción del templo de Jerusalén, que su hijo Salomón llevó a cabo. ¿En qué medida nos preocupamos nosotros hoy por el templo? ¿Nos ocupamos del templo en la misma medida que nos ocupamos de nuestra casa? David amaba grandemente la casa de Dios, así como el escritor del Salmo 84, donde el autor comienza diciendo: ¨!Cuán amables son tus moradas, oh Jehová de los ejércitos! Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo¨. Todavía mucho más, el salmista dice algo extraordinario: ¨Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad¨ (Salmo 84:10). De esta manera debemos amar la casa de Dios y desear el compañerismo de los hermanos en los cultos. Que cada domingo sea un día especial en nuestras vidas.

II.- El Papel de Salomón Buscando Agradar a Dios.

Como ya hemos visto, durante el reinado de Salomón, la monarquía en Israel fue engrandecida y alcanzó su mayor gloria. Antes de que esa gloria llegara a envanecer a Salomón, éste realizó la más grande obra de su reino: el templo. Uno de los hechos bíblicos más importantes para la vida del pueblo de Dios, tanto para el Israel político, como para el Israel espiritual (la iglesia), lo constituye la dedicación del templo de Jerusalén. En este acto de dedicación se registra el pacto de Dios con Salomón en el que Dios promete: Oír nuestras súplicas, perdonar nuestros pecados y sanar nuestra tierra (2 Crónicas 7:14). Pero esto tiene varias condiciones que debemos cumplir: Andar rectamente delante de Dios, hacer las cosas que él manda y guardar sus leyes (2 Crónicas 7: 17).

En la dedicación de cualquier persona, Dios siempre cumplirá esta promesa, pero también exigirá las mismas condiciones, porque él no cambia, y no negocia las demandas de su ética. Dios actúa en el ámbito de lo inmutable, de lo absoluto y de lo eterno o imperecedero, y los que le siguen deben conocer su carácter, lo que él espera, y actuar en consecuencia.

Lamentablemente ni Salomón, ni la mayoría de los demás reyes del reino dividido, ni mucho menos el pueblo de Israel, en sentido general, fueron fieles a Dios, y por ese motivo el templo, símbolo de la presencia de Dios, fue saqueado y luego quemado durante la caída de Jerusalén por el rey Nabucodonosor (2 Reyes 25: 1-7).

III.- El Papel de los Reyes del Reino Dividido buscando Agradar a Dios.

El propósito de Dios es que los reyes vean la diferencia entre servirle a él y servirle a los reinos de las naciones (2 Crónicas 12:8). Por ese motivo Dios entregó a la nación de Israel en manos de sus enemigos. Sin embargo, durante el periodo de los reyes del reino dividido, algunos reyes trataron de hacer volver el corazón de la nación hacia Dios. Aunque Dios anhela siempre la unidad, hubo algunos reyes del reino dividido que actuaron según el modelo que Dios exigía, pero lamentablemente esto no hizo que la nación se arrepintiera de forma genuina.

Josías fue uno de estos reyes singulares que hicieron lo recto delante del Señor y que merece ser mencionado. Se puede decir de él que fue el reformador de la vida religiosa de Israel en un tiempo de gran oscuridad espiritual. Su labor fue encomiable tal como se narra en 2 Reyes 22 y 23. Fue radical en su guerra contra la idolatría, no tuvo misericordia con los propiciadores de los cultos paganos en la nación, de tal modo que siendo rey del reino del sur (Judá), las influencias de su reforma llegaron hasta el reino del norte.

A tal grado de importancia llega la vida de Josías que se le compara con Moisés, con Josué y naturalmente con David. Josías fue celoso de todo lo concerniente a las cosas sagradas, y por ese motivo Dios le bendijo grandemente en lo concerniente a su actitud cuando el libro de la ley fue hallado en el templo: ¨Por cuanto oíste las palabras del libro, y tu corazón se enterneció, y te humillaste delante de Jehová, cuando oíste lo que yo he pronunciado contra este lugar y contra sus moradores, que vendrían á ser asolados y malditos, y rasgaste tus vestidos, y lloraste en mi presencia, también yo te he oído, dice Jehová. Por tanto, he aquí yo te recogeré con tus padres, y tú serás recogido á tu sepulcro en paz, y no verán tus ojos todo el mal que yo traigo sobre este lugar¨ (2 Reyes 22: 18-20).

Qué maravilloso poder hallar en medio de tantos reyes llenos de grandes vicios y pecados a uno con tantas virtudes como Josías, del cual nos dice la Biblia lo siguiente: ”No hubo otro rey antes de él, que se convirtió al Señor de todo corazón, de toda su alma y de toda la ley de Moisés; ni después nació otro igual. Con todo eso, el Señor no desistió del ardor con que su gran ira se había encendido contra Judá, por todas las provocaciones con que Manasés le había irritado” (2 Reyes 23:25, 26).

¡Qué triste! La forma como terminan estas historias del pueblo de Israel, nos hablan de la desgracia humana producto del pecado, y nos muestran que no es nada favorable lo que espera a este mundo. El panorama mundial, lejos de vislumbrarnos un futuro luminoso y positivista, nos augura un futuro sombrío. Es difícil no ver pesimismo en el porvenir del planeta tierra. Hasta los científicos nos hablan de la gran catástrofe que nos acecha. Todo esto será el desenlace de un mundo que se aleja más y más de Dios.

Creo que lo mejor que podemos hacer es prepararnos de manera individual para ese final que se acerca, entréguele su corazón al Señor antes que sea tarde.

Sermón predicado por Leandro González en la Primera Iglesia Bautista de Mao, República Dominicana, en marzo 15 de 2009.