domingo, 4 de enero de 2009

GÉNESIS: EL ORIGEN DE TODO



Génesis 1: 1
¨En el principio creó Dios los cielos y la tierra¨.

El Origen de todas las cosas se describe en el libro de Génesis. El detalle de los comienzos de la existencia tal como la conocemos, que se hace aquí, es materia de revelación. Ninguna persona humana lo hubiera podido deducir por su propio intelecto. O sea, que si Dios no lo hubiera dicho tal como se encuentra relatado en el Libro Sagrado, de ninguna forma el hombre lo habría podido ni siquiera sospechar.

Ninguno de los intentos del hombre por explicar el origen del mundo, de la vida y del universo ha podido superar en ninguna forma la simple narrativa bíblica. Ninguna de estas hipótesis o suposiciones tiene la certidumbre de las afirmaciones bíblicas. La razón es obvia, en la Biblia, habla el autor de todas las cosas. Pero cuando leemos los planteamientos o teorías de los hombres científicos, quienes hablan, son ellos mismos parte de la creación. Ellos no estuvieron presentes en el momento en que todo comenzó, pero Dios, el autor de la vida, naturalmente que sabe de lo que está hablando.

Yo le invito a creer, a tener fe para aceptar lo que Dios dice en su Palabra, esto traerá luz a su mente y paz a su corazón y le encaminará por la senda que conduce a la vida eterna.

Génesis viene de la palabra griega Γένεσις, que significa nacimiento, creación, origen o principio. Este es el libro que nos habla del principio de todas las cosas. Naturalmente que este principio y esta creación no incluyen a Dios de ninguna manera, pues Dios no tiene principio, ni tiene fin; más bien él es el principio y el fin de todas las cosas, el Alfa y la Omega según nos lo dice la Biblia misma en Apocalipsis 21:6.

Génesis nos habla del origen del mundo, de su creación, nos dice que Dios hizo el mundo, el universo. Nos habla de un orden en este proceso de creación que culmina con la creación del hombre. Este hombre es hecho responsable de toda la creación de Dios, o sea que el hombre es nombrado por Dios como mayordomo de toda la creación. Este privilegio le es dado al hombre por cuanto él es, de todas las criaturas de Dios, el único que fue hecho a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:26, 27). Dios puso todas las cosas en las manos del hombre (Salmos 8:5-8).

Génesis nos habla también del origen del pecado en la vida del hombre (Génesis 3). De la manera como el hombre desobedeció a su Creador. Desde entonces la relación tan estrecha que había entre el hombre y Dios fue estropeada. Pero Dios tenía previsto un plan para redimir al hombre y devolverlo a la armonía con su Creador. En Génesis vemos como este pecado produjo una generación perversa que tuvo como consecuencia el exterminio de toda una civilización durante los días de Noé, lo que se conoce como el diluvio universal (Génesis 6-9).

Finalmente, Génesis nos habla del origen de un pueblo. Un pueblo que se inicia con el llamado de un hombre, Abraham, del cual saldría una familia, y de esta familia se formaría el pueblo hebreo, los judíos, a quienes Dios elegiría desde entonces para que fueran la luz de las naciones, un pueblo del que vendría el Mesías prometido, el Salvador del mundo, Jesucristo.

Ahora quiero que veamos la trascendencia de cada uno de estos orígenes.

I. El Origen del Mundo. Génesis 1, 2.

Después de hurgar en las culturas de la tierra, en las memorias de nuestros ancestros, sin ninguna oportunidad de poder tener acceso a la revelación Bíblica tal como la tenemos hoy, nos encontramos con la asombrosa similitud de los relatos creacionistas de los aborígenes, con lo que nos dice la Biblia.

Para un postulante de las diferentes teorías del origen del mundo, desde el punto de vista antropológico, esto sería pura superstición, y es claro que para ellos la Biblia forma parte de dicha superstición. El evolucionista rechaza el relato bíblico de plano, sin tomarse la molestia de investigar, y se atreve a decir que sus conclusiones al respecto son científicas, cuando a todas luces se ve su grave prejuicio.

Todas las teorías que tratan de dar una explicación al origen de la vida, están llenas de grandes vacíos, imposibles de llenar. Pero el científico hace un gran esfuerzo, infructuoso por cierto, en tratar de hacer encajar cada pieza en su lugar, tejiendo una serie de ¨historias¨ que se unen siempre con una famosa expresión: ¨apareció¨. Toda esta fraseología imprime a sus relatos una enorme nota de fantasía.

En un sentido llano, al leer el relato bíblico de la Creación del mundo y compararlo con las teorías humanistas acerca del mismo tema, uno puede darse cuenta de quién es el que está haciendo el cuento. O el autor de la Biblia estaba loco, creyendo que estaba hablando de hechos reales, o era un genio de la literatura universal, y es tan grande su ingenio, en el caso que sea un invento, que no ha podido ser superado su cuento. Pero resulta, que los cuentos que se nos quieren vender como ciencia, no se equiparan con la certidumbre con que la Biblia nos habla. Todo esto tiene una simple razón: Lo que la Biblia nos dice es la Verdad, es revelación, son las declaraciones del autor del mundo. Cuando leemos la Biblia estamos teniendo acceso a la voz de Dios, el Creador de todas las cosas.

Dios hizo el mundo en seis días. Yo no tengo problemas en aceptar esta afirmación, yo creo en Dios, y según la concepción de un Dios Todopoderoso, que es tan elemental en la Biblia, nada es imposible para Dios. En seis días de veinticuatro horas Dios hizo el mundo. Hizo el mundo con toda su madurez, de tal modo que los hombres con su ciencia pueden corroborar cuán completo es, al verificar antigüedad de millones de años en un proceso que duró horas.

Lo que a nosotros nos tomaría una inmensidad de tiempo, Dios lo puede hacer en un abrir y cerrar de ojos. Una mujer tiene que esperar nueve meses para que su criatura se forme en su vientre y luego pueda nacer y crecer para llegar a ser un adulto, pero Dios hizo a Adán en horas, y con la edad de un hombre maduro, estimamos que con una edad promedio de treinta años; lo hizo hombre cabal, hombre realizado, hombre capaz de desarrollar una vida completa. De esta misma forma hizo las demás cosas.

Y todas las cosas que Dios hizo, fueron hechas por causa del hombre. Dios formó primero el hábitat donde habría de colocar a su más insigne criatura. Todo lo que hay en la tierra, desde los ríos, el mar, las plantas y los animales, todo esto lo hizo Dios para favorecer a la corona de su creación: el hombre. Todo lo que hay en el universo: el sol, la luna, las estrellas, todo ello tiene el fin de poner a funcionar el mundo en el que el hombre ha de vivir. Todo el equilibrio de este vasto universo tiene la finalidad de hacer a la tierra un lugar donde se pueda vivir.

En ese mundo creado, y sostenido por Dios el hombre fue colocado. En el principio ese mundo era perfecto; y todo lo que había en él, incluyendo al hombre, no tenía ningún defecto, así lo expresa la Biblia cuando dice: ¨Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera¨ (Génesis 1:31).

Cuando Dios entregó el mundo en las manos del hombre, le señaló su oficio, le dio instrucciones y le estableció límites, le puso condiciones para el cuidado y uso de las cosas puestas debajo de sus pies (salmos 8: 6). Así que el hombre como un ser inteligente, conocía sus atribuciones y sus limitaciones. De esta manera el mundo tan maravilloso que Dios había creado ahora quedaba en manos del hombre, un ser capaz, un ser digno de confianza.

Todos nosotros hemos sido hechos al igual que Adán, a la imagen de Dios, tenemos la misma capacidad y la misma responsabilidad delante de nuestro Creador. No importa de dónde seamos, si tenemos cuerpo, alma y espíritu (1 Tesalonicenses 5: 23), entonces somos seres humanos, diferentes de los animales, con una enorme distancia de diferencia. Es a nosotros, y no las demás criaturas, a quienes Dios les ha dado el privilegio de la mayordomía. Es a nosotros entonces a quienes se nos demandará, somos nosotros los que un día nos tendremos que presentar ante Dios para dar cuenta de cómo administramos nuestro tiempo, nuestras palabras, nuestras oportunidades, y en definitiva nuestras vidas.

¿Usted cree que está listo para presentarse ante su Creador para darle cuenta favorable de sus hechos? Si no es así, le pido que siga nuestra plática, y sabrá cómo resolver ese problema.

II. El Origen del Pecado. Génesis 3-11.

En realidad tenemos que hablar del origen del pecado en la raza humana, pues el pecado ya existía entre los ángeles que se rebelaron contra Dios. El pecado se define en la Biblia como ¨infracción de la ley¨ (1 Juan 3:4). El pecado es rebelión, desobediencia.

El asunto es que Dios es soberano, y toda criatura, por muy especial que haya sido hecha, estará siempre sujeta a quien la hizo. No es que sea difícil estar sometido a Dios, pues ¨Dios es amor¨ (1 Juan 4:8), y toda ley suya obedece a principios elementales que benefician y traen felicidad a toda su creación, sino que tanto los ángeles como los hombres, al ser seres inteligentes, tienen la facultad de decisión que no tienen las demás criaturas, y esa facultad, el hombre y los ángeles caídos la han usado de forma equivocada, en desmedro de la voluntad de Dios y en desmedro del bienestar de ellos mismos.

Cuando Satanás tomó la decisión de querer ser como Dios, y de pretender usurpar el trono celestial, se colocó por encima de sus atribuciones, y pretendió atrevidamente cosas imperdonables e imposibles (Isaías 14:14).

Cuando Eva fue abordada por Satanás, ella era consciente de su debida lealtad para con Dios y también era consciente de las consecuencias de cualquiera acto de desobediencia. Esas consecuencias eran trascendentes. Ella era consciente que cualquiera decisión que ella tomara ante las insinuaciones del enemigo, afectaría para siempre a todos sus congéneres. Ella como la madre de toda la humanidad era responsable de salvaguardar la integridad de la familia universal. No hay dudas de que sobre sus hombros, al igual que sobre su marido Adán, Dios había colocado una gran responsabilidad, pero ellos estaban en plena capacidad de enfrentar cualquier intento del enemigo de desconocer la voluntad de Dios. Dios los hizo perfectos, pero ellos se inventaron perversiones, producto de su capacidad e inteligencia humanas (Eclesiastés 7:29). Debiendo ser sabios según Dios, se hicieron sabios según sus propios razonamientos, que es lo mismo que ser necio (Proverbios 3:7).

Los elementos de esta historia de la caída del hombre en Génesis 3 tienen el propósito de enseñarnos cómo el hombre desoyó la verdad de Dios y prestó oídos a las mentiras de Satanás. Al hombre le parecieron más atractivos los engaños del enemigo que los cuidados del Padre amoroso. Esta decisión fue fatal para Adán y Eva y también para toda la humanidad, puesto que Dios había decretado cuál sería el destino de los que desobedecen (Génesis 2:17). Fueron echados del huerto hermoso que era su hogar, para vivir como errantes en la misma tierra que Dios hizo para ellos. El mundo tan maravillosamente hecho por Dios para ellos se convertiría en un lugar difícil por causa de su maldad, un mundo sujetado a maldición por la maldad del hombre (Génesis 3:17). Como nos dice el apóstol Pablo: ¨la creación fue sujetada a vanidad¨ (Romanos 8:20).

Adán y Eva vivieron en carne propia las negativas consecuencias del pecado, probaron el sabor amargo de la separación de su Creador, de las enfermedades, de la muerte. La maldición del fratricidio entró en el seno de su hogar cuando Caín mató a su hermano Abel. Y andando el tiempo, la raza humana se depravó de tal manera, que Dios, con el dolor de su corazón, destruyó a toda aquella civilización materialista y atea por medio del diluvio universal, salvando sólo a ocho personas, y protegiendo en el arca a selectivas especies de animales y bestias para la continuidad de la vida sobre la tierra (Génesis 6-8).

Y como si todo aquel cataclismo no fuera suficiente lección para los descendientes de Noé, los hombres se apartaron de nuevo de Dios, y fueron confundidos y esparcidos por el mundo en lo que se ha denominado como la torre de Babel (Génesis 11).

¿Te das cuenta cómo olvidamos tan rápidamente todo el cuidado amoroso de Dios y nos vamos tras nuestras propias ambiciones? Todo esto para nuestro perjuicio. ¿Piensas que hay una manera cómo podemos superar esta circunstancia en nuestra vida? Yo creo que sí, Dios tiene una manera para restablecer nuestra relación con él y devolvernos al paraíso, sólo él puede hacerlo, y te mostraré como lo ha hecho.

III. El Origen del Pueblo de Dios. Génesis 12-50.

El origen de la nación de Israel se remonta a los inicios de la vida misma, cuando el hombre pecó. En el mismo escenario donde el hombre desobedeció a Dios, allí Dios estableció una sentencia que marcó el destino de todo con una grande esperanza, la de un Salvador: ¨Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar¨ (Génesis 3:15). En esto se muestra el amor de Dios, nos dice Jesús en Juan 3:16 en su conversación con Nicodemo: En su firme propósito de darnos un Redentor. En Génesis 3:15, al pronunciar la sentencia a ¨la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás¨, como se le llama a Satanás enApocalipsis 20:2, Dios estableció el modo de salvar a la humanidad que ama tanto. Este versículo de Génesis 3:15 habla del fracaso de la mujer, que fue la primera que pecó, al hacer caso a las insinuaciones de nuestro enemigo, pero al mismo tiempo augura esperanza para la reivindicación de Eva y de todas las mujeres, al hacer a una mujer, la virgen María, la portadora del Emanuel, Dios con nosotros, la encarnación de Dios que habría de asestar un golpe mortal al diablo con la muerte de Jesús en la cruz.

Para que ese niño apareciera un día en este mundo como el ¨Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre Eterno, Príncipe de paz¨ de Isaías 9:6, Dios llamó primeramente a un hombre. Un hombre que estaba muy ajeno a los designios de Dios, perdido en sus delitos y pecados en su cultura de muerte, sin esperanza alguna. Este hombre es Abraham, a quien Dios da instrucciones para salir de su tierra y de su parentela y dirigirse a un lugar que él no sabía. A este hombre le amaneció un día la luz, la verdad le fue revelada, hombre bienaventurado este que halló gracia ante los ojos de Dios. Por su pura gracia Dios le eligió y le marcó la senda que debía andar.

Y este hombre le creyó a Dios y obedientemente aceptó todos los propósitos que Dios tenía para con él. Dios busca corazones dispuestos a obedecerle y a seguir sus instrucciones. De este hombre, después de muchos tropiezos en el camino, porque no fue fácil para él serle fiel a Dios, como no será nunca fácil para nadie, en ninguna época, vio los resultados favorables, conforme a lo que Dios le había señalado que ocurriría con su familia. Su esposa Sara tuvo a Isaac después de ser estéril y una anciana de ochenta años, ¨porque nada hay imposible para Dios¨, como le dijo el ángel a María en la anunciación en Lucas 1:37).

En medio de grandes enfrentamientos en un mundo hostil a la voluntad de Dios, rodeado de grande maldad y perversión humanas, como lo muestra el episodio de Sodoma y Gomorra, dos ciudades por las que abogó delante de Dios, pero ya sin esperanza para ellos, y teniendo que enfrentarse a la gran prueba de fe a la que Dios le sometió con su hijo Isaac, finalmente Abraham logró de Dios el Oscar de la fe, pasó así al salón de la fama de los paladines de la fe, yendo a la cabeza como padre de la fe (Hebreos 11). Pero sería su nieto Jacob, el que daría inicio a la formación del pueblo de Dios.

Jacob, un hombre de malas mañas, tuvo una experiencia con Dios, y fue transformado en un hombre conforme al corazón de Dios. Hay esperanza para cualquier persona perdida que se arrepienta.

El nombre de Jacob, que significa ¨engañador¨, en su lucha con el ángel en Peniel, le fue cambiado por Israel, que significa ¨el que lucha con Dios¨ (Génesis 32: 28). Su atormentado pasado fue dejado atrás el día que se arrepintió, y hasta pudo hacer las paces con su hermano Esaú a quien, en contubernio con su madre Rebeca, había usurpado.

La historia del Génesis nos cuenta como Jacob llegó a tener doce hijos. De estos hijos se destaca la vida de José, el undécimo o penúltimo de los hijos de Jacob, hijo de su esposa Raquel, a la que él amaba. Toda la tragedia y bendición de esta familia gira en torno a este personaje místico y sobresaliente, cuya biografía es uno de los más notables clásicos de siempre.

José llegó a ser tan grande por la providencia de Dios, que llegó a ocupar el cargo de gobernador de Egipto, el imperio que dominaba el mundo en su tiempo. Dios transformó todas las desgracias de José en una bendición para su familia. El mismo afirma que el mal que sus hermanos le hicieron, Dios lo transformó en bien para salvar a mucho pueblo (Génesis 50:20). Así es cuando nuestras vidas están en las manos de Dios: ¨Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados." (Romanos 8:28).

Dios premió la integridad de José al permitirle convertirse en el protector de su familia y el impulsor de una nación que jugaría un papel decisivo en los designios de Dios. Fue en Egipto que esta familia se multiplicó en tan grande número que llegó a constituirse en un pueblo. De este pueblo nacería el Mesías, el Salvador del mundo. Es bueno decir aquí que José siempre ha sido considerado como un tipo de Cristo. El fue vendido por sus hermanos por veinte piezas de plata, Jesús fue vendido por uno de sus discípulos por treinta piezas de plata.

Aquí tenemos pues, el origen de un pueblo que tendría un destino asombroso en el escenario del mundo, colocado en el centro mismo del mapamundi, en medio de convulsiones políticas a través de las edades; esta nación es un signo de Dios para mostrar su poder y su grandeza.

Cuando vemos los comienzos de todas las cosas, tal y como se describen en el Génesis, nos damos cuenta que la historia sigue un curso lineal, que llevará al hombre necesariamente a una confrontación con su Creador. A pesar de la fuerza de lo fatal y lo fortuito, Dios hace que finalmente se cumplan sus propósitos y sus planes. Esto nos da la certeza de que el mundo no es resultado del azar, sino que está bajo el control de su Creador. Dios no sólo ha creado el mundo, sino que también lo sustenta.

Muy a pesar de las barbaridades a las que los seres humanos hemos sometido el Planeta, Dios dirige los acontecimientos hacia la meta que él ha trazado.

En el inicio de un nuevo año, y viendo el panorama del mundo que no es muy halagador, lo mejor que podemos hacer es encomendarnos al Creador, y apropiarnos de la salvación que nos ofrece en Cristo, antes que llegue el día en que nos tengamos que presentar ante él para dar cuenta.

Leandro González

Mensaje predicado en la Primera Iglesia Bautista de Mao, República Dominicana, el 4 de enero de 2009.

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