Hechos
1:1-12
Estudiar el libro de los
Hechos de los Apóstoles durante todo un año, y revalorizar nuestra razón de ser
como iglesia, es nuestro propósito en este nuevo año 2013; consciente de que ¨hoy
está más cerca nuestra salvación que cuando creímos¨, como dice el apóstol
Pablo: ¨Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño;
porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos¨
(Romanos 13:11).
A medida que vayamos
estudiando y predicando acerca del libro de los Hechos, iremos poniendo en
práctica los principios que nos sean útiles como iglesia, para continuar realizando
la tarea que el Señor nos ha encomendado.
Se ha dicho que son varias
las funciones de la iglesia, empezando por la tarea de adorar, de rendir culto
al Señor en todos los actos de nuestra vida, tanto en nuestros actos
cotidianos, como en las diferentes manifestaciones del culto cristiano:
bautismo, cena conmemorativa, diezmos y ofrendas, alabanzas, oración y ayuno,
etc., y siguiendo por la tarea suprema de evangelizar, de discipular,
medios por los cuales los perdidos son alcanzados y son integrados en la
iglesia del Señor. Todas estas funciones y muchas más, como es la de que la
iglesia se identifique con la parte social de la comunidad donde se encuentra,
ya sea a través de trabajos de beneficencia, o involucrándose en un programa de
educación secular que procure inculcar los valores cristianos, a los que de
esta manera sean alcanzados.
La cuestión es, que
durante este año, nosotros como iglesia tenemos que dar un salto positivo de
acción y de fe. Esto requerirá de cada uno, una mayor participación y apoyo en
las diferentes actividades que se llevan a cabo cada semana en esta
congregación, para cumplir con un programa que nos hemos propuesto.
Nos ocuparemos entonces en
ir descubriendo en el libro de los Hechos aquellos aspectos relevantes que
tienen que ser parte de nuestra iglesia, para cumplir con lo que hemos
denominado ¨nuestra razón de ser como iglesia¨, porque una iglesia que no
justifique su razón de existir, corre el riesgo de que el Señor quite ¨su
candelero de su lugar¨(Apocalipsis 2:5).
Creo que no hay otro libro
mejor que el libro de los Hechos para que nos podamos dar cuenta, qué fue lo
que hizo que la primera iglesia tuviera éxito en el cumplimiento de su tarea.
Hay muchos libros que nos
enseñan cómo tener éxito en la iglesia, pero nosotros creemos que yendo
directamente a la fuente original, recibiremos del Señor las indicaciones y la
inspiración que necesitamos para cumplir nuestra misión.
Lo primero es ver, qué es
lo que nos dice el texto sagrado, y luego, darnos cuenta como iglesia, en qué
punto estamos nosotros con relación a lo que encontramos en esos relatos. Al
estudiar el libro de los Hechos, y al predicar cada domingo acerca de él, nos
iremos percatando de cuáles son las cosas que nosotros necesitamos poner en
práctica para permitirle al Señor operar en nuestras vidas, como individuos y
como iglesia, de modo que lleguemos a cumplir la tarea de la iglesia de una
forma correcta.
En esta introducción
quiero que veamos los siguientes puntos:
1.-
Aprendiendo del Carácter del Escritor del libro de Los Hechos.
El escritor de este
evangelio es identificado como Lucas, un médico amigo y compañero de Pablo en
sus viajes misioneros, que parece haber tenido el encargo de parte de algún
dignatario cristiano o de alguna comunidad de creyentes no judíos, a los cuales
les interesaba conocer en detalle los hechos concernientes a la vida de Jesús.
Este libro constituye la segunda parte de dos tratados bien redactados por este
insigne creyente, que además de ser médico, era sin duda un excelente
historiador. Así lo consigna él mismo en sus propias palabras introductorias
del libro: ¨En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas
que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba,
después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que
había escogido; a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo
con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y
hablándoles acerca del reino de Dios¨ (Hechos 1:1-3).
Lucas fue protagonista de
muchos de los relatos que se encuentran en el libro de los Hechos, y él mismo
participó del trabajo cristiano y sufrió en alguna ocasión, juntamente con muchos
de los apóstoles del Señor el desprecio, la persecución, la cárcel y muy
posiblemente también el martirio.
Tanto en este libro como
en el anterior (el Evangelio Según San Lucas), se puede ver que la convicción
de fe de este hombre era firme respecto de su creencia acerca de Jesús: ¨Puesto
que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros
han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo
vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a
mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su
origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas
bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido¨ (Lucas 1:1-4). Ya
vimos que en sus palabras introductorias en el libro de los Hechos reafirma su
fe en la resurrección del Señor, cuando dice: ¨se presentó vivo con muchas
pruebas indubitables¨(Hechos 1:3).
La firmeza de la fe es
fundamental en el afianzamiento y consolidación de la iglesia. La iglesia está
compuesta de personas que han confesado su fe en Cristo. Esa fe en Cristo tiene
que ser genuina, tiene que ser personal y tiene que ser firme.
La fe en Cristo es genuina,
cuando es el producto de una bien ponderada reflexión y de la investigación
auténtica en la búsqueda de la verdad, no el producto de una emoción fanática o
de una simple experiencia religiosa, que puede ser manipulada. Lucas era un
hombre convencido de lo que creía. La iglesia tiene que estar compuesta de
personas plenamente convencidas de que están en el camino correcto. No sirve de
nada para la gloria de Dios que una congregación esté repleta de personas que
responden sólo a lo que puedan sentir o experimentar, poniendo de lado las
convicciones fundamentales de la fe, y obviando los principios éticos que hacen
a la iglesia ser la luz del mundo y la sal de la tierra. Los individuos que
Dios quiere ver comprometidos en la iglesia son aquellos que estén plenamente
convencidos de su fe en él.
La fe en Cristo es
personal, cuando cada individuo se confronta a sí mismo con su pecado y se da
cuenta que necesita con urgencia ser salvado, cuando cada uno tiene un
encuentro personal con Jesucristo. Si tu fe es el producto de una tradición
familiar o cultural, esa no es la clase de fe que puede lograr un compromiso
verdadero con la causa de Cristo. Si una persona no tiene esa clase de fe,
necesita buscarla, porque la iglesia precisa de gente verdaderamente
identificada con la causa de Cristo.
La fe en Cristo es firme,
cuando uno ha decidido seguir a Cristo, cueste lo que cueste; cuando uno está
dispuesto a pagar el precio por ser un discípulo del Señor. Si uno no está en
la disposición de dar su tiempo, sus recursos y su vida para el servicio del
Señor, entonces, en vez de ser una bendición para la iglesia, uno se convierte
en un obstáculo para que la obra del Señor avance en la tierra.
Gente como Lucas es la que
nos vamos a ir encontrando a lo largo de todo el libro de Hechos. Gente como
Lucas es la gente que el Señor Jesucristo necesita para que la iglesia se
levante y marche, gente que está dispuesta a dejar cualquiera cosa que esté
haciendo, para hacer lo que tiene que hacerse.
2.-
Aprendiendo de la Experiencia de los Apóstoles.
La tarea de los apóstoles
fue una tarea titánica. No digo que la tarea de echar a andar una iglesia local
no sea también una tarea titánica, pero nunca se podrá comparar el trabajo que
podamos hacer en esta iglesia, con el trabajo realizado por esos hombres en el
libro de los Hechos. Pero una cosa sí podemos hacer, y es hacer lo que nos toca
hacer a nosotros aquí y ahora, en este tiempo.
Los apóstoles no sabían lo
que les esperaba. Pero Dios sí lo sabía, y eso es lo más importante. Lo mejor
de todo en lo que hacemos para el Señor es que él no nos deja solos en esta
tarea. Note cómo el propio Señor Jesucristo encarga a los apóstoles y a la
iglesia naciente que estuvieran atentos a la llegada del Espíritu Santo, que
vendría a ellos prontamente: ¨ Y estando juntos, les mandó que no se
fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les
dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros
seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días¨ (Hechos
1:4,5).
La iglesia, igual que los
apóstoles y los primeros discípulos, ha sido encargada de realizar la tarea de
dar a conocer a Cristo al mundo, y no debe entretenerse en otra cosa que no sea
esa. El Señor quiere que nos enfoquemos, que no perdamos de vista nuestra razón
de existir. Y para facilitarnos el trabajo nos ha dado todo el poder que se
necesita: ¨Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones,
que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en
toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra¨ (Hechos 1:7,8).
Mientras el Señor regresa,
debemos enfocarnos en la tarea de dar a conocer a Cristo al mundo. Esa es
nuestra misión hasta que él decida regresar de nuevo a este mundo: ¨ Y
habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube
que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo,
entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con
vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué
estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al
cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo¨ (Hechos 1:9-11).
A medida que avancemos en
nuestra presentación del libro de Los Hechos, nos iremos dando cuenta de qué
manera podemos beneficiarnos como iglesia de la experiencia de vida de los
primeros cristianos. Le animo a acompañarnos en este recorrido al través del
libro de los Hechos durante todo este año.
Leandro
González
Sermón
predicado en la Primera Iglesia Bautista de Mao, República Dominicana, el
domingo 13 de enero de 2013.